8 Pesadillas

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La misma noche del “casi” accidente, mi mente empezó a jugar conmigo. Estaba teniendo un sueño feliz.

Había una niña pequeña de unos ocho a diez años con sus padres jugando en el parque. Se veían una familia hermosa y contenta. Yo paseaba junto a ellos, pero solo la niña se daba cuenta de mi presencia allí. Luego, del parque; la niña estaba jugando a las muñecas. Ella me pasó una para que la acompañara a jugar pero esta muñeca no tenía rostro. En su cara tenía un espejo. Solté la muñeca y vi que la que ella tenía en las manos estaba igual. La niña salió corriendo de la habitación donde nos encontrábamos y fui tras ella. Cuando la volví a ver ella estaba escondida bajo las escaleras llorando. En el fondo se escuchaba una discusión. De la cual no entendía palabra alguna. Yo me acerque a la niña poco a poco hasta que hubo un momento en el que no podía moverme más. Así que ella se acercó a mí, me tomo del brazo. La niña me tenía firmemente agarrada con sus manos. Cuando empezó a alzar su cabeza hacia mí. Trate de liberar un poco la presión que ejercía en mi cuando vi que su cara era un espejo y me vi reflejada en ella. Insistí de soltarme me sentía presa del miedo y desde muy dentro de mí solté un grito.

Me desperté sobresaltada y bañada en sudor. Nina, Daniel y Mark aparecieron en mi habitación. Todos tenían una expresión somnolienta y preocupación en sus rostros.

–Chloe, ¿te encuentras bien? – pregunto mi padre preocupado.

– Hija, solo fue un mal sueño. – dijo mi madre mientras se sentaba al lado mío en la cama y me llevaba a sus brazos.

– Lo siento por despertarlos.

– Chloe es raro esto, que te despiertes por una pesadilla. Es la primera vez que te sucede algo así. ¿Estás segura que todo está bien? –volvió a preguntar mi madre preocupada.

– Si madre, todo está muy bien. Solo fue un sueño feo. – dije dándole un beso.

– Bueno si es así, regresamos a dormir. Dulces sueños hija. –me deseo Daniel.

– Gracias. – les dije mientras se retiraban de mi habitación.

Mark permaneció un poco más en mi habitación.

– Chloe, ¿qué está pasando? – demando.

– ¿Pasar de qué?

– ¿Realmente te caíste?

– Si. – dije mostrando confianza en mis palabras. El dudaba de la verdad. - ¿Por qué preguntas eso? Es tonto. – dije estaba nerviosa. A caso él sabía, el chofer le había comentado algo.

– Puedes decirme con más detalles ¿cómo paso? – dijo con expresión seria.

– Ya les dije hace un momento como fue. – que ahora es policía. No me jo… – Me resbalé, me caí y a causa de eso me hice estos raspados. – le dije mostrándole el golpe que tenía en mi brazo. Para no seguir alargando el momento fingí un bostezo. 

– Bien hermanita, no te voy a preguntar más. Que descanses.

Mark salió de mi habitación pero su expresión no cambiaba. El trato de hacer que mi versión de los hechos cambiara. De todo, lo que me saco un poco fue cuando me llamo –hermanita. Hacia tanto tiempo que no me llamaba así, que me había acostumbrado a escuchar como pronunciaba mi nombre: Chloe.

Esa pesadilla fue la primera muchas. Todas tenían en común a la niña con el rostro de espejo. Llego un momento en que me acostumbre a ver mi rostro reflejado allí. Pero, cada noche se fue haciendo más constante despertarme sobresaltada y gritando. Las primeras semanas, todos salían a ver qué sucedía. Esto ya se estaba convirtiendo en una rutina para todos. Pero cuando se encontraban con lo mismo una y otra vez, ellos se despedían y se iban a dormir. Quien único seguía viniendo a mi habitación era Mark. El se preocupaba por algo que ya sabia, un mal sueño.

– Lo siento. Te desperté. – Mark entraba a mi habitación algo soñoliento.

– No… - dijo mientras escondia un bostezo – estaba despuerto.iTe escuche gritar y vine a ver…

– Sabes que es lo mismo todas las noches. – le dije dándole una sonrisa.

– Entonces ya… - lo interrumpi.

– Mark… ¿te… te quedarías hasta que me duerma?

– ¡Ah! – lo pensó un poco. – Claro. – se subio a la cama y me acosté en su pecho respirando su aroma. Allí entre sus brazos me sentía segura.

Esa noche fue la primera que pasamos juntos. Las demás, no teníamos ni que decir palabra alguna. El llegaba y se acostaba a mi lado. Pero en las mañanas ya no estaba a mi lado. Tenerlo a él era como una droga, una forma de sentirme protegida.

 Al paso de los meses, llego un momento en que mis padres ya no venían. Creo que hacían que no escuchaban o tal vez lo hicieron parte de algún ruido nocturno. En ocasiones trataba de ahogar el grito, para no importunar su descanso. Lo único que me interesaba era porque ese sueño tan insistente. Todas las noches era lo mismo. Una niña que en vez de cara tenía un espejo en el cual me veía reflejada. A caso… ¿esa niña soy yo?

 En las mañanas nadie hablaba de lo que pasaba a media noche. Cuando la casa era invadida por mis gritos. Yo quería que esto acabase ya. Hasta que llegue a un punto en que tenia terror dormir. Inclusive un par de noche, me amaneci despierta. Se que esto aunque no lo digan, les molesta el no poder dormir en las noches.  

Es posible amar (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora