31 Felicidad completa

61 4 0
                                    

Habían pasado unos meses desde que nació Wesley. Mark estaba tan feliz al tener a su hijo en brazos y yo estaba emocionada ante la escena que tenía. Se veía tan hermoso, padre e hijo. Mark se acercó a mí y deposito un beso en mis labios.

– Me has hecho el hombre más feliz sobre la tierra. Me has dado un hijo.

– Te amo. – le dije.

Nos habíamos mudado de su apartamento a una casa más cómoda. La primera noche que pasamos los tres fue un poco desorientado para nosotros. Wesley se despertaba cada dos horas para comer. Las próximas noches me sentía zombi y gracias que Mark me ayudaba. Nos tuneábamos para atender las necesidades de nuestro hijo.

 – ¡Hija estas preciosa! – me dijo Daniel mientras me ayudaba a bajar el auto.

– Gracias padre.

Daniel tomo mi mano y nos encaminamos a la entrada de la iglesia. Una vez las puertas se abrieron la música empezó a sonar. Al final del camino me esperaba Mark, quien llevaba un esmoquin color negro. En cambio yo, escogí usar un  traje de novia color marfil. Pronto llegaría al brazo del hombre con quien estaría toda mi vida.

– Hijo, aquí te entrego a Chloe. Cuídala muy bien. – le dijo Daniel mientras ponía en mano en la de Mark. – Si no ya sabes con quien te las tienes que ver.

– Hermanos, estamos aquí reunidos para celebrar la unión en matrimonio de estos seres, Mark Willson y Chloe Thompson.

Se me estaba haciendo eterno este momento pero me lo estaba disfrutando aunque me sentía algo nerviosa. Estaba feliz porque al final íbamos a estar los tres juntos. Formaríamos nuestra propia familia. Llego el momento de los votos y Mark empezaría.

– Yo Mark Willson, te acepto a ti, Clhoe Thompson, como mi esposa. Prometo hacer crecer nuestro amor día a día, esforzarme siempre a trabajar juntos por el futuro que deseemos. Para que nuestro matrimonio este lleno de alegrías y dichas. También, prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

– Yo Clhoe Thompson, te acepto a ti, Mark Willson, como mi esposa. Prometo hacer crecer nuestro amor día a día, esforzarme siempre a trabajar juntos por el futuro que deseemos. Para que nuestro matrimonio este lleno de alegrías y dichas. También, prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

– Bendice Señor estos anillos que van a entregarse el uno al otro como símbolo de su amor y felicidad. Bendice a tus hijos y glorifícalos en tu amor. Por favor los anillos. – pidió el sacerdote. Dyland era quien los traía ya que lo habíamos escogido como nuestro padrino de boda.

Mark tomo mi mano derecha e introdujo a la mitad del anillo antes de comenzar a decir los votos.

– Chloe, recibes este anillo, como muestra de mi amor y de que siempre te seré fiel. – terminó colocando finalmente el aro en mi dedo anular.

Repetí lo mismo que hizo Mark, coloque el anillo a medias.

– Mark, recibes este anillo, como muestra de mi amor y de que siempre te seré fiel. – completé mientras dejaba el aro el final de su dedo.

– Ahora ha llegado el momento más esperado por el novio. – toda la audiencia rio. – puede besar a la novia.

Mark, me cogió de la cintura atrayéndome hacia el posando sus labios sobre los míos. Ese momento fue mágico, se sentía como si el tiempo se paralizara y solo existiéramos él y yo.

 – ¡Oh Dios! Estoy tan cansada. – le decía a mi esposo mientras me sentaba a su lado.

Hacia horas que estábamos en la recepción de nuestra boda y yo ya andaba en unas sandalias. Wesley al igual que yo pasaba de brazos en brazos, hasta que se quedó cómodamente dormido en el regazo de su abuela Caroline. 

– Felicidades. – dijo Dyland quien se había a cercado a nuestra mesa.

– Gracias. – le respondió Mark.

– Sé que van a seguir siendo muy felices. Al final ya están juntos.

– Si, al final podemos estar juntos.

– Dyland… sé que nunca nos llevamos bien, pero quiero agradecerte por haber sido de apoyo para Clhoe cuando ella lo necesitaba.

– No tienes por qué agradecérmelo. Por ella haría cualquier cosa.

 La fiesta seguía en su apogeo cuando nos escabullimos de los invitados. Al fin iríamos a la casa. Una vez llegamos dejamos a nuestro pequeño en su habitación durmiendo plácidamente.

– Bien, ahora es tu turno.

– Mi turno ¿para qué?

No respondió y me tomo en brazos cruzando conmigo cargada el umbral de la puerta del cuarto. Me ayudo a ponerme de pie en el piso, mientras me besaba el cuello.

– Te amo. – dije mientras sus manos recorrían mi cuerpo.

 – Te amo. – susurró en mi oído. 

Es posible amar (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora