26 Es posible amar

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Me quede unos minutos sentadas que más bien parecían horas. Retome camino hacia no sé dónde, solo donde me lleven mis pies. Iba caminando tranquila al salir del parque en el que me encontraba hasta que sentí que alguien me jalo del brazo y me llevo a su pecho. En ese momento me asusté. Mis músculos se tensaron y lo primero que atine a hacer fue a tratar de soltarme hasta que esa persona me hablo.

– No me dejes. Chloe, no lo hagas por favor. – decía sin soltarme. – No sé qué haría si me dejas.

– Mark… – dije algo confundida. – Porque la dejaste. Es tu familia.

– Ellos estarán ahí. Tú eres la persona que amo. Con quien quiero estar.

– No merezco que arriesgues todo por mí.

– Quiero estar junto a ti. Chloe sabes que te amo.

– ¿Que vamos a hacer ahora Mark?

Él se veía preocupado al igual que yo. No sabíamos que hacer. El sugirió buscar un lugar para pasar la noche. Nos fuimos caminando hasta llegar al primer hotel o motel que viéramos.

Al fin, después de casi una hora ya estábamos en la comodidad de  un cuarto. Nos topamos con un hotel, nada del otro mundo pero era más que algo. Mark había pedido al recepcionista dos habitaciones pero para la gran sorpresa les quedaba una con cama matrimonial, ¿genial? No podía quejarme de la habitación, era espaciosa y al entrar había un sofá junto a una pequeña mesa. Al fondo cerca del ventanal que daba hacia un pequeño balcón estaba la cama. Se sentía tan raro estar juntos en un mismo cuarto. Me sentía nerviosa al igual que él. Nos preocupaba el que vamos a hacer después. A eso no le teníamos respuesta aun. Era muy prematuro tomar una decisión más descabellada de la que ya habíamos tomado hace horas.

Él se atrevió a ir en contra de su madre por mí. Y por mi le iban a dar la espalda. Solo por enamorarnos. ¿A caso el amor se condena? No somos tan libres de escoger a quien amar. Nosotros desde el primer momento teníamos prohibido enamorarnos, cosa que al corazón no le importó. No dejo que la razón ganara esa batalla. Realmente en que momento fue que nuestros corazones empezaron a cambiar no sabría decir con certeza.

– Ve, descansa. – me dijo Mark con una leve sonrisa en sus labios y beso mi frente.

Me dirigí a la cama, me acomode y me tape con las sabanas. Saber que él estaba a pasos de mí me hacía sentir tranquila. Mi cabeza empezó a cuestionarse que íbamos a hacer, que iba a pasar y eso no me dejaba pegar el ojo. Los próximos minutos intente fallidamente dormir. Hasta que no pude más.  

– Mark. – Él se giró de la ventana, me miro y me dio una de sus sonrisas.

– Dime.

– ¿No piensas descansar? – le pregunte mientras me acercaba a donde el estaba.

Estiro sus brazos y me abrazo.

– Todo estará bien… al menos eso creo. – dijo como si hubiera escuchado algunos de mis pensamientos.

– Claro. – le dije infundiéndole valor.

Gire entre sus brazos y quedamos frente a frente. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora. Él soltó el abrazo para posar sus manos a cada lado de mi cara, para depositar un dulce beso en mis labios. Beso que iba subiendo de tono. Sentía mi cuerpo arder. No decíamos palabras solo nos dejábamos llevar por el momento y lo que sentíamos. Esa noche cuando nos fugamos, por así decir, juramos amarnos eternamente.

 Desperté sintiendo un cosquilleo en mi espalda. Mark acariciaba y depositaba besos en mi espalda desnuda.

– ¡Buenos días! – susurro en mi oído.

– ¡Bueno días! – le dije cuando me vire quedando frente a frente. Él me dio un beso en los labios.

Nos pasamos parte de la mañana en la cama, ninguno de los dos quería salir de allí. Cuando decidimos hacerlo fue porque nuestros estómagos que estaban reclamándonos alimento. Bajamos a almorzar. Pasamos una tarde agradable. Dimos un paseo como si no tuviéramos ningún problema encima. Parecíamos una pareja normal que se ama y radiaba luz y dulzura cada vez que nos mirábamos o rozábamos nuestras manos. Nos detuvimos frente a una tienda de ropas.

– ¿Qué hacemos aquí? – pregunte curiosa.

– Necesitamos un cambio de ropa, ¿no crees?

Mire nuestras ropas y Mark tenía razón. Nuestras ropas estaban arrugadas ya teníamos casi dos días con estas. Además no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar así. Por lo que nos pusimos a mirar las góndolas en busca de algo que nos gustase. Luego de dar varias vueltas escogiendo algo nos fuimos a pagar.

– Disculpe señor – dijo la cajera de la tienda – su tarjeta está suspendida.

– ¿Qué? Pruebe está a ver. – dijo Mark mientras le daba otra tarjeta.

– Lo siento, pero no pasa. – dijo la cajera puede ver algo de incomodidad en su rostro cuando nos decía esto.

– Disculpe… – él busco en su cartera y saco dinero para pagar la cuenta.

Después de eso nos dirigimos al hotel sin decir palabra. Cuando entramos en la intimidad de nuestra habitación rompí el silencio que nos embargaba.

– ¿Crees que ellos hicieron esto? – le pregunte algo dudosa.

– Sí, es posible que lo hicieran. A ver hasta dónde voy a aguantar.

– ¿Qué vamos a hacer entonces?

– Lo importante es que tenemos un techo por unos días más. – me respondió desviando mi pregunta.

 En eso tenía razón, teníamos donde pasar la noche un par de días más y después de eso ¿qué? Esa noche nos fuimos a la cama sin decir nada del tema. Solo pensando en el día de mañana. 

Es posible amar (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora