11 Despedidas

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Después de ese beso las cosas se pusieron un poco estresantes entre Mark y yo. El en cada oportunidad que tenía se aprovechaba para robarme un beso o decirme que le gusto. Yo trataba de no permitirle que hiciera eso. Nos criamos como hermanos. Pero eso no evito que nos enamoremos aún más de lo que ya estábamos.

Los preparativos de mi viaje estaban listos. Me iría dentro de una semana. Como era de suponer Mark se oponía a que me fuera.

– Chloe porque continuas empeñada en querer irte. – preguntaba.

– Mark es necesario que me vaya. No puedo estar más tiempo aquí.

– Entonces, ¿yo que? – dijo tomándome de las manos.

– Quiero estar sola. Pensar. – le decía mientras me soltaba de él.  – ¡Por Dios somos hermanos!

– Sabes bien que no es cierto. No somos hermanos. – se acercó a mí. – Chloe me gustas. Te amo.

– Por eso quiero irme, estás enamorado de mí y eso no está bien. No… - Mark me interrumpió.

– ¿Acaso tu no sientes lo mismo que yo?

Esas palabras me hicieron pensar. ¿Sentía yo lo mismo que el? ¿Estaba enamorada de Mark? Por un demonio, claro que sí. Si, sentía lo mismo pero a la vez estaba confundida, realmente confundida. También me era imposible solo pensar en mí. ¿Qué pensarían las personas que me abrieron las puertas de su casa si me enamoro de su hijo, el chico que es casi mi hermano? Para mí, lo veía mal que nos enamoremos. Seria egoísta de mi parte aceptar ese amor.

– No, esto está mal. Yo no quiero traicionarlos a ellos. Ellos son mis padres.

– No son tus padres. Ellos solo te ayudaron.

– -Si… - le dije. Eso me dolió. – sí, yo solo soy una recogida… como… dijiste el día que me conociste. “Ella es una recogida”.

Me fui del jardín dejando a Mark atrás. Mis lágrimas empezaron a correr por mis mejillas. El pensar que él tiene razón, ellos no son mis padres solo me ayudaron. ¿Qué hubiera sido de mi sin ellos? Esa es la pregunta que me hacía cada día. 

 La semana se estaba yendo demasiado rápido. Durante ese tiempo Mark no me hablaba. Yo estaba triste porque iba a dejarlos. Aunque por un lado me sentía más relajada, iba a estar lejos para poder organizar mis sentimientos y pensamientos. Quizás me arrepienta de esto pero ¿qué podía hacer?

Cuando llego el tan esperado día por mí, se podía sentir la tensión en el aire de la casa. Ya mis maletas estaban listas. Llevaba todo lo necesario para instalarme en California. Mamá me había ayudado a hacer las maletas y ella no podía evitar llorar cada vez que doblaba la ropa y la hecha en la maleta. Ese día Mark no había bajado a desayunar, así que lo fui a buscar.

– Mark… – llame desde la puerta – el desayuno está listo. – No recibí respuesta.

– Mark… no vas a comer.

El abrió la puerta y salió de la habitación sin cruzar miradas ni palabras. Todos nos sentamos a desayunar. El ambiente en la mesa era silencioso. Nadie quería que me fuera, Mark y Nina lo demostraban. Aunque esta última decía apoyarme aunque le doliera mi partida. Daniel, el me deseaba la felicidad en donde sea que este.

Afuera se escuchaban unas bocinas, el taxi había llegado. Salimos.

– ¿Un taxi? –preguntó Daniel.

– Yo lo pedí.

– Pensé que nosotros te llevaríamos – dijo un poco dolido.

– No, prefiero que nos despidamos aquí. – dije mirando a mi madre. – Allí sería más difícil para todos. Ay~ mamá, no llores – dije secándome las lágrimas.

– Eres una egoísta. –dijo Mark desde la puerta.

– Mark por favor. – replico Daniel mientras Mark se iba escaleras arriba.

– Creo que llego el momento. Voy a despedirme de él primero.

Fui escaleras arriba hasta la habitación de Mark. Esta vez no toque a la puerta y entre. Él se encontraba recostado en su cama mirando al techo. Tenía los ojos vidriosos.

– Mark Willson… ya que te fuiste vine yo. – le dije tratando de mantener alegría en mi voz.

– Vete. Chloe. No quiero verte. – sus palabras me dolieron, pero para el eran muy ciertas.

– Solo vine a despedirme. Adiós Mark. – Dije desde la puerta – Espero que encuentres a alguien que si pueda amarte.  – dicho esto salí de su habitación.

Baje las escaleras y salí de la casa. El taxista estaba esperando. Papá se había encargado de entrar las maletas al coche. Me despedí de mis padres con un beso y un fuerte abrazo, y unas cuantas lágrimas más. Monte en el taxi no sin antes pedirle al chofer que me lleve a la iglesia. Una vez allí volví a tener mi conversación con Dios.

-Hola, Dios. ¿Te acuerdas de mí? Vine a hablar contigo. Hoy empezaré mi vida en otro lugar, lejos de mi familia. Lejos de él. Pero eso fue lo que escogí. No podía permitir que Mark siga pensando de esa manera sobre mí. Aunque no lo seamos, nos criamos como hermanos. No podemos tener esos sentimientos el uno hacia el otro. Esta mal aunque a mí me duela admitir que lo amo. Bueno nos vemos. Ah y cuida de ellos ya que no estaré cerca.

Salí de la iglesia y ahí estaba otra vez esa señora. Como en ocasiones anteriores sentí una opresión en el pecho. Dyland venía con ella.

– ¿Chloe como estas?- dijo Dyland.

– ¡Hola! Estoy bien. Tienes suerte que nos encontremos. Talvez vine aquí por eso. Para ver si nos encontrábamos. – le dije guiñándole un ojo.

– ¿Porque dices eso?

– Me voy de viaje. Voy a estudiar a California.

– Chloe… – dijo y se quedó pensativo. – no te vayas. Piensa en las personas que dejaras aquí.

– Dyland, crees que no hice eso, pensar en ellos.

– ¿Pensaste en mí? – eso me tomo por sorpresa.

– Yo… –  no supe que contestarle. En ningún momento había pensado en él.

– Chloe, algún día nos volveremos a encontrar. – en ese momento se acercaba la señora.

– Dyland que tanto hablas. –dijo

– Ella es una amiga. – dijo señalándome.

– Hola, soy Chloe Willson. – dije tendiéndole la mano. Ella escuchó mi nombre y su semblante cambio.

– Ho… hola. – tartamudeo la señora.

– Dyland Morrison, entonces ¿hasta que nos volvamos a encontrar? – dije esto y me fui al taxi.

 Ahora si me iba. Estaba rumbo al aeropuerto. De camino a mi destino. 

Es posible amar (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora