Capítulo 22

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Sara corrió sin tener un destino en mente, corrió a toda velocidad y sin detenerse porque tenía la necesidad de escapar.

Cuando frenó para recuperar el aliento, ya se encontraba en el centro de la ciudad.

Pensó en qué podía hacer ahora que estaba allí. No podía regresar al colegio, después de haber escapado no tenía las fuerzas suficientes para volver y enfrentar a todos. Ella quería estar sola, así que lo mejor era buscar un lugar donde a nadie se le ocurriera buscarla.

Así fue como fue descartando lugares: su casa, su trabajo, el parque de patinaje de skates, la feria artesanal callejera, la biblioteca. Y de pronto se le vino una idea, un lugar en donde pensaba que no iban a ir a buscarla. El gimnasio de Maze.

Sara descargó todo su dolor y furia en el gimnasio.

Boxeó y perdió la noción del tiempo, hasta que los mensajes del grupo de las Leyendas la devolvieron a la realidad. Les respondió y apagó su celular. Siguió boxeando.

Boxeó hasta que se le agotaron las energías.

— Creo que es hora de que tomes un descanso. — Le indicó Maze.

— No, necesito seguir. — Negó ella, intentando volver a golpear la bolsa.

— Por favor Sara, ya estás agotada. — Le pidió Maze, poniéndose entre la bolsa y ella. — Si todavía no estás como para irte te ofrezco el espacio de la torre, pero no quiero verte hacer más ejercicio por el día de hoy. — Ofreció, intentando convencerla.

— Bien. — Aceptó ella.

Sara decidió aceptar la propuesta de la otra porque, además de que no tenía energías como para ponerse a pelear con alguien, la idea de tomarse un descanso sonaba bien. Subió a la especie de torre y se encontró con un espacio amplio y prácticamente vacío. En uno de los costados había un sillón, un tocadiscos y una biblioteca, el resto estaba vacío. Una de las paredes estaba espejada, otra tenía un gigante reloj de madera. Las demás tenían grandes ventanales con balcones estilo francés desde las que se podía observar toda la ciudad de Starling, casi de una forma panorámica.

Abrió uno de los ventanales y se sentó en el balcón con sus piernas colgando. Sintió el viento en la cara y dejó que la sensación la tranquilice. Por un largo rato se dedicó simplemente a observar los edificios y los autos, a ver el cambio de color del atardecer en el cielo, y cómo de a poco se fueron encendiendo las luces para iluminar la ciudad.

En algún momento sintió que alguien se unía a ella. Miró de reojo y vio que esa persona era Ava. La chica se sentó a su lado en el balcón y compartieron un rato de silencio.

— Hola. — La saludó Ava, rompiendo el silencio.

— Hola. — Le devolvió el saludo.

— ¿Cómo estás? — Preguntó Ava, mirándola con preocupación.

— Mejor que cuando me viste. — Respondió ella, en un tono algo resignado.

— Lo que pasó en el colegio... — Comenzó a decir Ava.

— Ella no es siempre así. — La interrumpió ella, sintiendo la necesidad de defender a su madre para no meterse en más problemas. — Nosotras nos llevamos mal, pero nunca es tan terrible como fue hoy. — Intentó justificar.

Se volvieron a sumergir en un silencio, y Sara tuvo miedo de haber intimidado a Ava, de haberla dejado sin ganas de hablar y de intentar lo que fuera que quería intentar con ella. No había querido hacerla sentir mal, pero había tenido que reaccionar de esa forma porque era mejor evitar los temas de su madre. Tal vez ahora Ava estaba viendo lo que Dinah decía, ella no valía la pena, no valía el esfuerzo.

I hate to see your heart breakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora