4-Alfort

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—  Señor Manson, desde que se  me fue otorgado el puesto me he dedicado a mantener a raya a estos hombres— agrega despectivamente al referirse a los prisioneros.— Hombres enjaulados, en fin.

Alfort Harrison , se recuesta tras el respaldo de la silla, aspirando calmadamente de su cigarrillo. Albert finalmente me había conducido hacia la oficina central por lo que mi única compañía en aquel lugar lo era sólo el señor Alfort, un hombre de unos 40 años de aspecto serio imperturbable. A pesar de su edad, el primer oficial mantenía una juventud latente. Su cuerpo ejercitado y rostro sereno, le otorgaban un aspecto más juvenil. El lugar no era más que una oficina como cualquier otra, esta contaba con  ventilación natural, algo muy raro, visto dentro del centro penitenciario. Fuera, un guardia  vigilaba atento. Me parecía absurdo que el señor Alfort necesitará protección. La prisión se veía segura en muchos aspectos.

— Usted comprenderá señor Manson, 842 reos— Alfort muerde en cigarrillo violentamente— fingen  padecimientos. Algunos han intentado fingir su propia muerte consumiendo  medicamentos, que bajan la frecuencia cardíaca, una pequeña cantidad ha muerto por esa causa..

Me quedé atónito frente a tal confesión.

— Consumen medicamentos, dice usted— afirmé tras una breve pausa— ¿ Como es eso posible? ¿ Quién suministra tales medicamentos?

<Un medicamento que disminuya la frecuencia cardíaca  tanto como para provocar la muerte del que la consume...>No quería pensar en la idea de que los reos estaban siendo medicados por el personal del centro.

— Doctor Manson, los prisioneros tienen sus propias formas para acceder— Alfort torció su boca en una sonrisa.

—¿ Que quiere decir?— agregué casi  inmediatamente.

— Bebidas alcohólicas, cigarrillos, alimentos, vestimenta, armas blancas, medicamentos y como olvidar, drogas. Todo eso puede ser adquirido por los reos si se tiene una gran red que lo proporcione  desde el exterior.

No podía creer lo que oía sin embargo el señor Alfort permanecía calmado ante mi perplejidad. "¿ Era una prisión, que tenía sus propias libertades?"

— Entiendo su asombro. No ha trabajado en un centro penitenciario con anterioridad. Señor Manson, no solo hay escorias en este lugar, aquí hay encerrado hombres muy influyentes. Por nuestra seguridad, debemos cerrar nuestros ojos a las pequeñas cosas, en cambio esos hombres mantienen el control interno, que sería difícil de lograr por nosotros mismos.

<Entonces... esa paz, en el salón de juegos. ¿ Debería agradecer a los líderes internos?,.>

— Existe una división dentro de la misma prisión. Hispanos con hispanos, afroamericanos con afros y blancos con blancos

Lo había notado desde mi llegada. La división por grupos internos, sabía de esto con anterioridad. Esta clase de asociaciones era muy frecuente en estos tipos de lugares.

— Esa división es necesaria. Mantiene el orden interno.¡Imagine que sucedería si ese montón de narcotraficantes y asesinos se uniera!

Alfort sonrió, algo que no me pareció si lo mas remotamente gracioso.

— Cada grupo tiene un líder,una persona con algún grado de rango, los prisioneros le temen y respetan. A cambio de ciertas libertades mantienen el control interno en tanto sus abogados mueven papeles  para conseguir rebajar sus años de condena. Para mantener el orden interno, es necesario otorgar ciertas libertades. Seguro entiende lo que le digo, señor Manson.

Todo estaba más que explicado. Debía agradecer la los propios reos por la paz del lugar. Todo reinaba por sobre    los propios prisioneros. Ellos tenían sus propias reglas y leyes. La prisión que tanto se vanagloriaba de su seguridad, no era capaz de mantener el orden interno. Alfort recostado sobre el espaldar de la silla se terminaba con rapidez su cigarrillo e inmediatamente tomaba otro, arrugando la caja sobrante que era desechada.

Prisionero en su prisión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora