19- Huelga de Hambre IV

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Hola, en el día de hoy acaba el hiatus..

Adonis no respondió. Se limitó a contemplarlo desde donde estaba, escaneandolo de pies a cabeza. Era completamente diferente a él a excepción de aquellos ojos claros los cuales compartían en similitud. Por lo restante, aunque se hallaba sobre la cama pudo distinguir que era algo más alto que él, su piel portaba una tez más clara,y su musculatura estaba mucho más tonificada, o mejor dicho cualquiera se vería más trabajado que Adonis Miller cuyo cuerpecito lucía delgado e infantil. Algo que sorprendió demasiado al reo fueron aquellos cabellos negro- azabache que contrastaban con la blancura de la piel. Miró su rostro y se percató de lo malogrado de su estado. Bajo esos ojos de poca vitalidad podían verse unas prominentes ojeras.
Sanner se arrastró hasta el borde de la cama sentándose en la esquina.

- Quien eres?

El rubio frente a él torció sus labios con malicia.

- Adonis.

Sanner lo miró cansado, el nombre no tenía ningún significado para él, no sabía quién era.

- ¿Quien eres tú?- preguntó el pelirubio.

- Sanner...Sanner Manson.

-...la nueva ramera del narco.- soltó de imprevisto- lo sé...se comenta por todo el lugar.

Fue nauseabundo para Sanner escuchar la palabra: ramera, dicha con desprecio por el contrario. La mirada de duda desapareció de su rostro para poner en su lugar otra sazonada de precaución. Sentía agresividad de aquel muchacho dado por aquellas miradas despreciativas y altarenas que le dedicaba. No tenía otra explicación para su comportamiento.
No tuvo más que ponerse a la defensiva. Pudo haber sido humillado y denigrado por Lampher y sus hombres que, siendo más fuertes físicamente eran capaz de someterlo. Tristemente no le quedaba más remedio pero este caso era diferente y ya estaba harto, no se dejaría degradar por alguien que era la mitad de su tamaño.

Su captor no era como cualquier persona común, era violento y su fuerza era abrumadora, capaz de menguar la suya en una zancada de segundo.

- Yo...soy el doctor de este lugar quién diablos eres tú? - dijo con furia y pese a su condición fue capaz de mirar con firmeza al chiquillo altanero.

- ¿No me oíste descerebrado? Soy Ado...

- El único descerebrado eres tú- interrumpió - Me importa poco tu nombre...¿ Quién eres y que es lo que quieres?

Si hubiese un reloj de pared en aquel lugar se hubiese podido oír el sonar del mismo tic toc.

El chico de cabellos rubios sonrió de lado fulminando al doctor que aún se mantenía sentado devolviéndole su gesto con otro firme.

- Ja! Tienes razón- se adelantó unos pasos - Dejemos las preliminares a un lado y adentrémonos en lo que nos importa ¿ No crees?

Durante ese corto tiempo "el doctor había examinado al paciente". Se trataba de un recluso, lo podía intuir. Era de pequeña estatura y muy delgado. Su cabello rubio liso estaba recortado de manera que algunos flecos adornaban su rostro, lucía como menor de edad sin embargo sus facciones sumado a la forma en la que conversación había fluido, exibían su eminente madurez.

- ¿ Que diablos estás hablando?- carraspeó el doctor levantandose para encararlo. Estaba agotado, ya era suficiente con tener a Lampher alterando sus sentidos a cada segundo ¿Ahora también tenía que aguantar las groserías del mocoso? Ese diminuto cuarto sin puerta, era su espacio y poco le faltaba para echar al intruso del lugar el cual había llegado únicamente para mortificarlo Sin embargo, un gesto del menor hizo que acto seguido terminará por congelarse en el lugar y un sudor frío recorriera su espina dorsal: el reo frente a él sujetaba un arma la cual había sacado tras su espalda y con ella le apuntaba. El doctor jadeó dejando escapar el aire contenido por la sorpresa y con lentitud alzó sus brazos en señal de rendición- ¿ Que haces? No hagas algo de lo que luego te arrepientas.

Prisionero en su prisión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora