Otro capítulo de Prisionero en su prisión. Perdón la demora chiks.. 😔
El extractor de aire se estremecía. Todos los engranajes y compartimentos temblaban al unísono rugiendo más vigorosamente que nunca y el estridor liberado dentro de la diminuta habitación terminaba amplificándose tres veces más su sonido original.
Hanmel sostenía las estrechas caderas que minutos atrás había cargado sobre sí en un arranque de deseo y que ahora apretaba procurando, no desprendiese de él.—Doctor...— tarareó atónito mientras examinaba los frágiles detalles de quién ronroneaba muy cerca de su oído.
Los nobles párpados caídos coronados por las hebras de sus oscuras pestañas se mantenían calmos, un poco extenuados tal vez por la intensa sesión de sexo impuesto la pasada noche pero despiertos y muy atentos a todo lo ocurrido.Hanmsel había percatado en ello con anterioridad; tras aquella delgadez que en pocos días se había implantado y aquellos azules rodeados de halos oscuros se hallaba una belleza exótica entre pocas que hayase visto. Tal belleza no radicaba exclusivamente en su físionomía; quizás era la pureza que emanaba, la forma en la que su voz se abría camino a través de sus cuerdas vocales, su elegancia, su amabilidad.
— Hanmsel...— tarareó con suavidad.
Los pálidos brazos conocidos que exhibían discretos hematomas bordearon los hombros apretándose con ahínco al castaño, el cual se contemplaba embelesado del tibio aliento que se impactaba contra sus labios tras el reciente beso.
— ¿Por qué...repites tanto mi nombre?
— Ha- Hanmsel— gimió anhelante, acercando sus belfos a los opuestos.
Volvieron a juntarse, fucionándose en un beso hambriento y separándose momentáneamente para entrelazar sus lenguas y volver a unirse profundamente. Ambos participativos de aquel momento, ambos necesitados del aire que les era privado.
El más grande ladeó su rostro acoplando su boca a la del menor. Las comisuras de sus labios se elevaron discretamente al percibirlo jadeante y necesitado de oxígeno pero a su vez cooperativo, luchando por corresponderle a costa de su propio cansancio y entregado completamente a sus demandas.
—Mmmm— se detuvo, separándose para verle respirar con premura intentando llenar sus pulmones del aire ausente.La pared opaca tras ellos servía de soporte al peso de sus cuerpos, testigo de sus respiraciones combinadas dinámicamente y transformadas en armoniosa sincronía. Sanner encajaba perfectamente sobre la cintura de Hanmsel ocasionando en el último cascadas de sensaciones. El calor esfervecente se concentraba en un solo punto y la situación se hallaba fuera de su control.
Las manos bordearon los muslos del más chico cargandole y obligándolo a exponer su zona íntima al contacto certero, con ambas extremidades inferiores vergonzosamente separadas abrazando las caderas del recluso y el pequeño trasero justo sobre su duro miembro.
El doctor jadeó y enterró sus mejillas sonrosadas en el arco del cuello del castaño al notarle pasar del suave roce a las firmes imitaciones de estocadas contra la piel de su trasero expuesto. Los duros impulsos y la gruesa tela de mezclilla hacían escozer sus glúteos irritados.
Hamsel se detuvo, contemplando de reojo cada uno de los gestos del contrario— ¿Que significa esto?— el más pequeño lo abrazaba, no lo entendía.— N-nada, no significa nada— titubeó el más chico — No tiene ningún significado ¿No... quieres hacerlo?
— «No me preguntes algo así, maldito crío»— pensó mientras pasaba grueso a través de su garganta. Aquel sujeto no dejaba de soltar palabras que en lugar de calmarlo, avivaban aún más la llama que había surgido y amenazaba con descontrolarse cada segundo que lo mantenía sobre él . No había sido cautivado por ningún hombre en toda su vida. Gustaba de mujeres y a diferencia de su hermano que exibía discretamente su bisexualidad, él se consideraba a si mismo heterosexual. Montones de prostitutas iban y volvían de su departamento en New York; morenas y rubias, pero nunca hombres.
Era un hecho; no obstante su miembro despertaba sin apenas estimulación previa mas que el roce de la piel magullada sobre la tela de su pantalón y, como todo un puberto que recién descubre toda la potencia de su sexualidad había reaccionado a ello. No podía ocultarlo, tampoco poner pretextos injustificables; le deseaba.
El instinto de su cuerpo dormido había suscitado bruscamente percibiendose necesitado de un hombre, cautivado por la belleza de aquellas palabras, la delicadeza de sus facciones; un hombre con el que solo había intercambiado algunos momentos en las peores circunstancias.
Volteó su mirada hacia la salida. La privacidad en el lugar era cero. La habitación no poseía puerta y algunos restos de la misma aún se mantenían esparcidos en diminutos pedazos sobre suelo, recordatorio de lo sucedido el primer día.
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Prisionero en su prisión
De TodoSanner Manso al terminar sus estudios universitarios es enviado a la prisión de Kleinsburg para ejercer como doctor en el lugar. Una prisión alejada del mundo, donde todo parece estar en calma hasta que estalla una revuelta planificada por sus propi...