🌸Casa🌸

297 54 41
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mi cabeza retumbaba al igual que mis oídos, mi visión estaba completamente en negro, por un momento pensé que mi energía se había disipado, que mi cuerpo debía haber quedado totalmente dañado en algún lugar de aquella caverna.

Mi cuerpo no sentía dolor, pero aquel ser había ocupado energía resentida para torturar mi alma. Puede sonar masoquista, pero hace más de novecientos años que no sentía dolor físico, algo en toda aquella tortura me hizo sentir vivo y al mismo tiempo me hizo sentir terror, terror que de hace demasiados años no sentía. Intente esfumar aquellos pensamientos y concentrar mi visión, si había vuelto a Hēiyù, ahora debía encontrarme en alguna parte de la Torre Yánluó, es donde las almas de todos los títeres vuelven.

Pero al parecer no era así, cuando pude caer en cuenta un poco más en la realidad, estaba sentado en posición de loto. La superficie era blanda por lo que deducía era una cama, no sentía nada, pero podía ver como lentamente se iban cerrando las heridas en mi cuerpo, sin dejar marca alguna. Intente moverme recupere la lucidez por completo, pero la severa vos de Liú Huó resonó en mis oídos y me impidió hacerlo. —Si ya estás consciente entonces concéntrate, ya es suficientemente difícil mantenerte y pasarte energía al mismo tiempo.

Sentí sus manos en mi espalda sosteniendo con firmeza mi dañado cuerpo, no era algo extraño, Liú Huó puede parecer frío, incluso despiadado, pero tiene un alma demasiado cálida para ser aquel demonio tan temido. Sonreí y enderece lo más posible mi cuerpo, todo en mí se sentía pesado y a punto de desgarrarse, sentí un bufido por su parte y ladee la cabeza levemente mirándole por el rabillo del ojo, sus ojos brillaban y fruncía él entre cejo con irritación. —Solo mira como has tratado el cuerpo que tanto me costó hacerte ¡¿Sabes cuánto me llevo que tu cuerpo se pareciera realmente a ti?!

Lo sabía, claro que sí, cargo diez años con mis huesos y tardo doscientos años más en poder crear el cuerpo perfecto para mí. Luego estuvo setecientos años intentando hacer lo mismo con cada uno de los soldados a su cargo en la caída de WūYā. Trabajando en una reconstrucción perfecta, día y noche. Cada vez que veía el más leve rasguño en mi cuerpo se alarmaba hasta enloquecer, recuerdo claramente la primera vez que mi cuerpo se quebró completamente disipando mi energía, sus ojos eran angustia viva. Aquel ser tan temido por todos, no es más que un niño solitario, herido, en el fondo, solo busca el calor que le arrebataron despiadadamente en su juventud. Sonreí negando levemente y me volteé quedando frente a él. —Bì xià Liú, ya estoy bien, no es necesario más energía, necesitas estar fuerte.

Puse mis manos sobre las de él bajándolas, y le dediqué una mirada segura, intentando calmar su ansiedad. —No, aún no cierran del todo tus heridas, solo voltéate, un poco de energía no es nada.

Negué con suavidad y acomodé mis túnicas. —Estoy bien Liú-Xiōng.

Vi como frunció él entre cejo con severidad, pero la calidez volvió a inundar sus ojos. —No vuelvas a exponerte de esta manera, no sabes cuantas veces tu alma aguanté la disipación de tu energía, no tientes la desgracia. Es un momento crucial, necesito a todos fuertes, más aún a mi general.

Bai Lian HuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora