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Luzu se encontraba recargado en un árbol en el jardín del hospital, aún así podía notar la mirada de su vigilante sobre él. Se preguntaba que era lo que había hecho para que lo trataran de esa manera, sí vale, que los pacientes deben ir acompañados cuando salen de sus habitaciones, pero ninguno es un oficial de policía o llevaban las manos esposadas. También suele preguntar a cualquiera que es lo que había sucedido pero todos se negaban en contarle, ya se había esforzado en recordar pero era tan borroso, como si la señal fuera interrumpida, lo último que recordaba eran las elecciones y una terrible tristeza, le parecía increíble que todo lo anterior a ello lo recordaba, pero lo más reciente no lo podía encontrar. Cómo si algo manipulara que cosas podía recordar. Pero eso era imposible, ¿cierto?
Alzó la mirada a las hojas verdes, hipnotizado por la luz que se colaban por estas, cerró sus ojos y sonrió tratando que todos aquellos pensamientos se desvanecieran al menos por un rato, odiaba las miradas que le dedicaban cuando no estaba en su habitación y también cuando estaba en esta; variaban de miedo, odio, confusión y curiosidad. Las odiaba. Odia aquellas miradas.
-¡Oye, tenemos que entrar ya!- la voz del policía lo trajo de nuevo a la realidad, aquella en la desconocía varias cosas y dónde al parecer todo el mundo lo odiaba por alguna razón.
Se levantó y salió del cobijo de la sombra del árbol, el policía ya se encontraba a su lado, y así comenzaron a caminar de regreso, Luzu cabizbajo, mirando sus manos esposadas. Subieron los dos pisos correspondientes para llegar a la habitación.
Volvieron a pasar por aquella habitación, Luzu no pudo evitar ver de nuevo por aquel cristal, aunque esta vez no alcanzó a distinguir nada detrás de ese vidrio.
Siguieron recorriendo aquel pasillo para llegar al ala oeste, dónde estaba internado el de ojos grises.
Luzu entró mientras el policía se quedaba del otro lado de la puerta, le quitó las esposas a las muñecas de Luzu, para después cerrar la puerta metálica con su pequeña ventana rectangular para que el pelicafé no pudiera salir de dicha habitación.
Luzu se recostó en su cama y llevó su mano a la venda que cubría una herida que le habían dicho había sido causada por una bala, las yemas de sus dedos comenzaron a deslizarse sobre la tela de la venda en un constante ritmo que continúo incluso cuando cerró sus ojos, solo paró hasta que cayó dormido en la completa obscuridad del sueño.
Caía por aquella obscuridad y estaba casi seguro de que cada vez hacía más frío, miró a su alrededor y distinguió largas lenguas de fuego que se agitaban volviéndose cada vez más largas, entrelazándose entre ellas formando eslabones y estos así vez cadenas las cuales se formaban cada vez más rápido hasta que llegaron al cuello de Luzu, haciendo que un grito y lágrimas se escaparan en su sueño, aún mientras caía podía sentir aquel inimaginable calor deslizarse por sus brazos, mientras el sueño desaparecía distinguió un brillo rojizo.

Despertó agitado, sudor bajaba por su rostro y jadeaba, fuera lo que fuera aquel sueño le causó terror, aunque no recordaba exactamente lo que soñó, ese "recuerdo" se había vuelto completamente borroso y casi inexistente.
Frotó su mano sobre su cabeza intentando recordar aquello que provocó su agitación, pero fue imposible, si al caso solo recordó la sensación de fuego.
Ya calmado su mirada se dirigió a sus brazos, los cuales estaban cubiertos de cicatrices y alguna otra herida que todavía no se curaba del todo, bueno...tampoco había pasado mucho tiempo desde el incidente.
El chico se levantó de su cama y se acercó a su ventana, la Luna no estaba a a la vista, lo cual podría significar que no faltaba mucho para el alba.
-Al menos no tendré que dormir de nuevo- dijo tras una pequeña risa casi inaudible.
Su mirada se quedó perdida en el horizonte, mientras esperaba el amanecer. Una vez llegó la puerta de su habitación se abrió, entrando por esta un enfermero que llevaba el desayuno de aquella mañana.
-Veo que ya está despierto. Bueno, aquí está su desayuno, cuando termine el doctor vendrá a hacerle la revisión diaria- dijo con unas sonrisa profesional, mientras dejaba los alimentos y se retiraba de la habitación.
El chico miró la comida un momento para al fin sentarse en su cama y comer, no era mucho, pero su estómago se había acostumbrado a aquellas proporciones de comida que le brindaban en aquel lugar, lo cual, considerando que cuando llegó al lugar no tenía apetito era un buen avance.
Cuando comió el último bocado la puerta se abrió de nuevo, esta vez entro el médico de siempre.
-Hola, Auron. Vine a hacerte el chequeo de todos los días, ¿está bien?- saludó el doctor.
Auron solo asintió.

En el ala contraria, la oeste, en la habitación 113 otro doctor hacía el chequeo matutino al de cabello castaño.
-Doctor- dijo Luzu al hombre que revisaba su vendaje en el hombro.
-¿Sí?- respondió este.
-¿Ya puedo saber que fue lo que sucedió?- preguntó Luzu.
El hombre sacudió su cabeza.
-No creo que sea lo mejor Luzu- le respondió al de ojos grises.
Luzu suspiró.
-Bueno...entonces...¿puedo hacer otra petición?- volvió a preguntar
-Depende de que sea-
-El chico de la habitación 204, ¿quién es?- preguntó
-Su nombre es Auron-
Luzu se quedó pensando por un par de minutos, mientras el doctor terminaba su trabajo, cuando se estaba por marchar dió a conocer su petición.
-¿Puedo ir a verlo?-

|∆~Your worst nightmare~∆| LuzuplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora