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Desde que le crecieron las tetas supo que su cuerpo le traería más beneficios que su cerebro. Marcia tenía treinta y cinco y había conocido a Tulio Banquina en la campaña para la reforma de la constitución. Sólo hizo falta un choripán, una cerveza, un chiste subido de tono, y algo de plata para el telo para gozar de esa colaboradora. Era una mina fácil, como se decía en aquella época, y ella era consciente de sus facilidades. Pero eso, de alguna manera le resultaba una ventaja por sobre los hombres. Si se le acercaban no tenían más remedio que terminar en la cama con ella, y luego tenían que hacer lo que ella les pedía, si no lo hacían, ponían en riesgo su endeble prestigio de macho. Si no cogen conmigo, que soy la más fácil de todas, entonces no cogen con ninguna, y capaz que le gustan los tipos, decía Marcia, a quien quisiera escucharla.

Sin embargo, Tulio Banquina le pudo. Ella le había pedido durante más de cinco años un lugarcito en la municipalidad para su hermana, y Tulio Banquina sistemáticamente le mentía que la cosa ya estaba, que era cuestión de tiempo, que ya habló con el Intendente y estaba encantado de tener en su equipo de trabajo multidisciplinario a la hermana de una colaboradora abnegada del partido. Todo muy lindo, pero luego, nada. Mientras tanto, la visitaba en su cama y disfrutaba de los placeres que Marcia le entregaba de fiado.

— ¿Qué hacés?

— Tengo una carta para el presidente. Le pido que vea si puede hacer algo por mi hermana, que está sin laburo. A lo mejor puede hablar él con vos, y convencerte de que le consigas algo.

— Está difícil —se defendió.

Marcia tenía una pollerita corta que dejaba a la vista sus piernas blancas y torneadas. Estaba más flaca, más linda, más adulta, más mujer.

— En serio, ¿en qué andás? —le preguntó Tulio como para salir de tema.

— Buscando al amor de mi vida, ¿no lo viste por ahí?

— Seguro que también te anda buscando —respondió Tulio.

Se rieron ambos. Ella sacó un termo y un mate de algún lado, y le convidó a Tulio, que se lo aceptó con ganas.

— Necesito que me saques una foto, Marcia. —le dijo y le mostró la cámara de Marito que había rescatado de la Intendencia.

— Ya estás grande para las fotos porno.

— Quiero sacarme una foto con el presidente.

Matado tres vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora