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Eran dos. Si era uno solo capaz que se resistía, pero eran dos, grandotes y armados. Está seguro de que los mandó Sosita. Quién si no. Se le pararon delante. Y uno le puso la mano sobre el pecho para que no se moviera.

— Te vamos a atar Tulio. Te podés quedar, pero tenés prohibido aplaudir.

— ¿Y la paja? ¿Me la puedo hacer? Soy muy habilidoso.

— Hacé lo que quieras, menos aplaudir.

El segundo hombre sacó un cable del bolsillo, le estiro los brazos a Tulio y se dispuso a la tarea de atarle las muñecas.

Tulio no dijo nada más, la metáfora había desaparecido. Le habían atado las manos.


Matado tres vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora