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— Ese es Tulio Banquina.

— ¿El que se está cayendo?

— Sí, era muy conocido sobre todo después de ese día.

— ¿Qué pasó?

— Quiso matar al presidente. Tenía un cuchillo. Lo tenía escondido en la cintura. Debajo de la campera— señala con su mano derecha su propio costado izquierdo para ilustrar con precisión el lugar exacto al que se refiere— Así dicen.

— Un cuchillo. ¿Está seguro?

— Era un tipo nervioso, siempre andaba apurado.

— Entonces, atacó con el cuchillo al presidente.

— No tuvo tiempo. Uno de los custodios, un morocho grandote y musculoso, se dio cuenta. Le adivinó la intención a Tulio. Ahí nomás desenfundó su arma reglamentaria — apunta con la mano derecha como si tuviera un arma— y le metió dos tiros pum, pum. Así dicen. Funes parece que se llama.

— ¿Quién?

— El custodio.

— ¿Cómo sabés?

— Alguien escuchó que le gritaban: "Funes, no" o "Funes, pará". Así dicen.

— Funes.

— Uno de los tiros le pegó en el pecho y el otro en el hombro. Así dicen.

— ¿Y de Banquina qué se sabe?

— Acá todos conocían a Tulio Banquina. Fue concejal un tiempo. Hace como diez años o algo más. Luego, anduvo mal. Deprimido. Así dicen. Además, estaba enfermo. Hablaba y caminaba dormido. Hasta aplaudía dormido. Además, tenía un tema con el alcohol, tomaba demasiado. Así dicen. Encima parece que la mujer lo abandonó.

—Tenía muchos problemas. ¿Y se sabe por qué intentó atacar al presidente?

— Tulio le echaba la culpa de todos sus males a la política. Se volvió loco y quiso vengarse, de la política, matando al mismísimo presidente. Una locura. Sin embargo, fue esa locura la que lo sacó del olvido. Así dicen.

Matado tres vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora