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—Ah, sí~ —tenía mi rostro pegado al sofá mientras él me sostenía de las caderas y me penetraba una y otra vez.
—¿Te gusta, nena? —Su vaivén era delicioso, pero aún necesitaba más fuerza.
—Cógeme fuerte —dije entrecortadamente.
Sus embestidas aumentaron, pero sabía que podía ser más duro. No lo hacía mal, al contrario, me encantaba. Pero simplemente era muy suave a veces, nada agradable para mi gusto.
Sí, había desarrollado la necesidad del sexo brusco.
—¡Mierda! ¡Más fuerte!
Grité haciendo que sacara su miembro de mí y me girara en el sofá de manera agresiva. Puso mis pies sobre sus hombros y se volvió a introducir con fuerza y profundidad en mi entrada. Con una mano se sostenía del respaldo del sofá y con la otra me tomó del cuello.
Entraba y salía de mí una y otra vez causando que mi cuerpo se moviera junto al sofá. Me gustaba, me gustaba mucho que pudiera llegar a ser así de fuerte cuando teníamos intimidad.
Ahora agradecía todos esos meses de entrenamiento en el gimnasio de la universidad, al cual él también me había obligado a ir.
La presión que su mano ejercía sobre mi cuello llegó a ser tanta que no sé cómo, de verdad no sé cómo -te pido perdón Señor, por ser tan descarada-, pero me gustó tanto que en cuestión de segundos llegué al orgasmo.
