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Aún no dejaba de pensar en todo lo que Levi había dicho hace pocos días, mi cabeza pronto explotaría por sobrecarga de información sin duda. En ese momento me sentí fuerte diciéndome que no podía caer pero en lo único que estaba cayendo era en mi propia mentira.
Y por más que intentara alejarme de él, me era imposible. Aunque no puedo negar que, me encantaba verlo arrastrarse como un perro moribundo por mí.
Ese día, martes por la noche, estaba a punto de salir de la oficina, casi todos se habían ido pues se me había hecho un poco tarde debido a que tenía que arreglar unos documentos en archivo y otros más debía enviarlos tanto para proveedores como para la distribuidora de Erwin.
Eran aproximadamente las ocho de la noche, estaba saliendo con dirección al ascensor cuando me encontré con Levi saliendo de este.
—No te vayas —dijo haciendo que guardara mi celular pues estaba por avisarle a Porco que apenas saldría del trabajo.
—¿Necesita algo, señor Ackerman? —Le pregunté frunciendo el ceño.
—Tenemos que hablar.
—Parece disco rayado, ¿cuántas veces voy a seguir escuchando eso? —Toqué mi barbilla simulando pensar.
No tuvo piedad de mi integridad física y me jaló del brazo metiéndome al ascensor antes de que las puertas se cerraran y presionó el botón del último piso.
