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Desperté al sentir caricias por toda la longitud de mi espalda, abrí mis ojos con dificultad por la luz y lo primero que vi fue él, estaba recostado de lado con su cabeza recargada sobre su mano. Él, al verme despierta me dedicó una de sus bellas sonrisas ladinas y llevó su mano de mi espalda hacia mi cabello para acariciarlo con delicadeza.
—Buenos días, preciosa —saludó dirigiendo ahora su mano a mi rostro para dejar un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Buenos días —respondí aún adormilada pero con una ligera sonrisa—. ¿Aún son días, no?
—Realmente no, son pasadas del medio día —rió.
Bufé y me giré en la cama haciendo que quedara boca arriba más cerca de Porco. Él simplemente rió con la voz ronca y se acercó a besarme.
Sus besos eran lentos pero sumamente calientes, sabía que quería su "mañanero" así que no me quejé en lo absoluto y me dejé dar amor.
Como era de esperarse, sus besos y caricias en mi pecho y torso desnudo se volvieron más salvajes sacándome unos cuantos suspiros.
Me encantaba lo que me hacía sentir y no sólo hablo de lo físico, sino también de lo emocional. Tanto tiempo me había prohibido a mí misma volver a sentir amor por alguien después de lo que pasó la última vez, pero en ese momento podía decir que estaba feliz de haber aceptado salir con Porco aquella vez en la universidad después de estar detrás de mí por algunos cuantos meses.
