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Presión, apuro, ansias, intranquilidad, era lo que sentíamos todas dentro de esa pequeña sala. Hanji frente al espejo acomodándose el vestido con ayuda de Nanaba; Mikasa y Nifa dándole los últimos retoques a su cabello y yo sólo estaba caminando de un lado a otro con las manos sobre ambos lados de mi cadera.
Mientras más tiempo pasábamos en este lugar, más me estresaba. Habíamos llegado desde hacía horas y las chicas aún no terminaban de arreglar a Hanji. O tal vez ya lo habían hecho pero querían que todo estuviera perfecto.
—Chicas, tenemos qué apurarnos... —Hablé por fin llamándoles la atención—. Les dije que debíamos contratar a gente que tuviera experiencia arreglando novias.
—No hay nada mejor para una novia que sus amigas la arreglen para su boda —aclaró Nifa con una sonrisa.
Negué ante su comentario, era obvio que esto debía ser atendido por personas profesionales y aunque Hanji no se opusiera a que nosotras le ayudaramos, arreglarse para su boda no era algo que se debía tomar a la ligera.
Iba a responder al comentario de Nifa pero en ese preciso momento Eren tocó la puerta asomándose ligeramente por la abertura de esta.
—Llevan aquí desde el medio día, ¿están listas? —Su voz sonaba un poco fastidiada.
—Ya casi terminamos —aclaró Nanaba.
—Jean llamó, Erwin ya está en la iglesia —el castaño trató de meternos presión, que claramente funcionó pues como si de magia se tratara Hanji ya estaba lista.
