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Sólo dormí un par de horas esa noche, temía por la salud de Charisse. Después de lo que había sucedido con ella hacía años, tenía miedo que volviera a pasar algo similar.
Dudé muchas veces en llamarle y preguntarle cómo estaba ya que no la quería agobiar más, era un momento complicado y muy difícil para ella, el que suponía ser el día más feliz de su vida se había convertido en una pesadilla, así que al final preferí darle su espacio.
Ya era de día, muy temprano de hecho, todavía seguía pensando si era buena hora ir a buscarla a su departamento pero tampoco quería parecer muy intenso además supuse que no había dormido mucho o probablemente nada durante la noche, entonces pensé en dejarla descansar así que en vez de ir a verla a las ocho de la mañana, me propuse hacerlo al mediodía.
Dejé a Nathaniel con la niñera mientras yo salía con rumbo al departamento de Charisse.
Sin duda estaba muy ansioso, quería saber si ella se encontraba bien pues la había visto bastante mal el día anterior.
En menos de treina minutos ya estaba estacionándome a un costado del edificio, no tardé mucho cuando ya estaba en la recepción.
—Buenas tardes, señor Ackerman —saludó Max, el recepcionista. Ya nos conocíamos bien.
—Buenas tardes, ¿crees que Charisse pueda recibirme?
