11: Mi Luna.

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Luz.

Mi garganta atrapó mi respiración al ver la enorme bestia frente a mí. Un lobo, maldición un lobo más grande y alto y que el mismo señor Adler.

Mide como cinco metros, casi tocando el techo, es el doble en todos los sentidos. Los ojos amarillos resaltan, los largos colmillos y el pelaje negro.

La ropa rota en el suelo y la criatura me mira con ojos brillosos. No gruñe ni se ve alterada y eso me tranquiliza.

Aunque mi mente no es capaz de creer que de verdad él sea un lobo.

Siento que se me saldrá el corazón cuando el lobo empieza a acercarse, sus patas rasguñan la madera en el suelo y como me mira, tengo miedo de que vaya a comerme.

—¿Señor Adler?

Es enorme, no puedo evitar estar asombrada. Sin contar que... ¡Una persona acaba de convertirse en un animal!

Se acerca en cuatro patas y sin darme tiempo a reaccionar mete la cabeza entre mis piernas haciéndome chillar de miedo cuando sus dientes rozan mis bragas.

«Me va a morder la vagina».

En un intento de alejarme caigo de espaldas al otro lado del escritorio, me fijo por debajo en los pies que vuelven a ser humanos.

¡Joder! El dolor en la espalda me hace saber que caí muy fuerte.

—Mi Luna ¿Estás bien? —Rodea el escritorio y me carga como princesa.

—¡Oh my god! ¡Aidan estás desnudo!

Cubro mis ojos y él me deja sobre el sofá de cuero. Me prohibo mirar y...

—No importa.

«No lo necesito. No lo necesito. No lo necesito».

Abro los ojos mirando a su amigo duro como una barra de metal.

—¡Póngase algo!

Gira los ojos como si le diera igual.

Yo intento mirar a otro lado, pero mi mente no abandona la idea de detallar a aquel hombre.

La tiene gorda y grande.

¡Ay! ¿Dios, qué estoy pensando?

Salí de la oficina de Aidan minutos después. Dijo que hablaríamos en la noche, porque tenía muchas cosas que decirme, lo dejé esperando a Andrea luego de que Johanna le llevara ropa.

Entro a la habitación de Deylin y esta mira televisión.

—Que aburrimiento, no tengo celular y tu te vas dejándome aquí... —Se queja cuando me ve.

—Es un lobo —aclaro cerrando la puerta detrás de mí, ella enarca una ceja dudosa y arruga los labios —Hablo en serio.

—Es difícil creerte.

—Yo lo vi —Defiendo.

—Lo sé, pero yo no —Eleva los hombros restándole importancia.

—¡Agh! Olvidalo, después le tomaré una foto.

—¿Una foto a un lobo? No se ven en los espejos —Me recuerda —¿Crees que se verá en una foto?

—Esos son los vampiros, estúpida.

Me río por su tontería.

—¡Ay, joder! Sí.

—¡Ya! Deja la risa —Le reclamo cuando empieza a reír como boba.

Se tranquiliza y empieza a ponerse los tenis.

—Muéstrame la casa.

—¿Por qué no saliste a ver mientras me fuí?

Mate del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora