7: ¿Te irás?

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Luz.

Es la primera vez que vengo al pueblo desde que estoy aquí, «Sin contar cuando llegué», tiene un estilo muy de película.

Típico pueblo en medio del bosque. No es pequeño, pero no le quita lo acogedor y moderno, a esta gente se les ve el avance como sociedad hasta en la forma de caminar.

El mismo hombre que fue por nosotros al aeropuerto, nos acompaña a mamá y a mí.

A través del cristal puedo ver unas tiendas bastante bonitas.

—¿Podemos entrar? —pregunto.

—Después, dejé la cartera en casa y ahí estaba mi tarjeta.

Asiento tranquilamente, suponiendo que en otra ocasión será.

—El señor Adler le envió esta tarjeta sin límites para usted.

Observo a mamá sin saber que decir y ella niega elevando las cejas.

—Lo siento, dígale al señor Adler que no es necesario.

El silencio se adueña del momento y pasa un buen rato cuando el vehículo se detiene frente a un salón de belleza, al entrar reconozco a las empleadas por el mismo uniforme. Una muchacha con enorme afro y piel canela se acerca sonriente.

—¡Bienvenidos!

No puedo evitar compararla con Deylin debido al parecido.

—Hola, África ¿Cómo estás?

El chofer saluda y es la primera vez que lo veo sonreír y ser educado.

—Bien ¿Qué tal el trabajo?

—Igual que siempre, de hecho vengo a hacer un recado del señor Adler —Se hace a un lado dejándome ver la chica —Ella es la Luna del señor Adler y su suegra.

¿Cómo fue? Pero no es enamorado de mí que está ese mendigo. «¡Por Dios!» Soy una niña junto a él.

La mujer borra su sonrisa y se desconcierta durante unos segundos.

—Claro, pasen por aquí.

(...)

No voy a negar que todo lo que me han hecho es encantador, me he sentido como una reina en la última hora, muchas atenciones, la educación y la comida... Me derrito.

Mi copa está rellena con sidra de manzanas sin alcohol y una chica masajea mis pies.

Me quejo cuando aprieta muy fuerte y ella parece haber visto el diablo, ya que se levanta asustada.

—Lo siento, Luna. Lo siento —Ruega una y otra vez dejándome confundida. África se acerca rápido por la cara de su empleada.

—Fue un error, le juramos que no volverá a pasar—Dice África.

—Oh, tranquilas. No importa.

No le doy mucho interés al asunto y ninguna de las dos disimula la sorpresa.

Una hora después, ya tengo el cabello arreglado, las uñas pintadas y mi espalda se siente más relajada, siento que puedo ir feliz a casa para lidiar con... Él.

El chofer se despide de África con un abrazo fraternal y se murmuran cosas entre risas antes de soltarse. Las ganas de saber qué son, me corta la vergüenza.

—Suba —Pide cuando mi progenitora entra.

—¿Puedo ir adelante? — Le dedico una sonrisita y este asiente con seriedad, yo misma abro la puerta y me meto al jeep. Las ganas de hablar se me reflejan en la cara y en un intento por romper el hielo digo lo primero que se me viene a la cabeza —¿Cómo se llama?

Mate del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora