Epílogo.

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Luz.

A veces debes fingir estar bien, al recibir noticias que por dentro te destruyen.

Hace un año que regresé a España, Aidan no volvió a hablarme, de vez en cuando tomaba el teléfono para escuchar sus llamadas con papá. Aunque nunca preguntó por mí y eso era algo que debía superar.

Con el tiempo dejé de hurgar en las cosas de mis padres, dejé de esperar una muestra de interés de su parte por saber de mí. Porque yo sí pregunté por él, miles de veces lo hice sin vergüenza alguna.

No me arrepentía, pero lo amaba todavía.

Hace unas semanas papá compró un vuelo a Suiza, la esperanza no me dejó dormir esa noche.

Faltan horas para el vuelo de papá, por eso entré a escondidas a su habitación en búsqueda de que algo me dijera porqué va... Y por eso ahora sostengo una invitación en mis manos.

Los ojos me arden al leer su nombre, arrugo el papel llena de resentimiento y lo dejo en su lugar para volver a mi habitación.

«Se va a casar».

Se va a casar con otra... ¿Tan rápido me olvido? ¿No era que me amaba? ¿Qué estaba creado para mí? ¿Qué mierda pasó con todo eso?

Me siento en mi cama llena de frustración... No voy a llorar, no puedo.

Voy corriendo al piso de abajo en busca de mis padres, ellos hacen de cenar juntos y me observan con seriedad cuando entro a la cocina.

—Se va a casar ¿No planeaban decirmelo?

—No pensé que la boda de Aidan fuera de dominio público —Papá le resta importancia.

—No tiene que interesarte eso, solo olvidalo —Mamá sonríe tranquila.

—Es que aún lo amo —murmuro y las ideas que se cruzan por mi cabeza me hacen acercarme hasta mi progenitor —Papá...

—¡No! Ni siquiera lo pienses —niega antes de que pueda hablar dándome la espalda.

—En la invitación dice toda la familia —replico.

—No. Sería una falta de respeto de mi parte llevarte a su boda.

—¡Mamá! —Me quejo y abrazo a papá.

Intento no poner mucha presión, ya que mi psiquiatra dice que el primer paso es ceder a las decisiones de los demás.

—Marcus, llevala... Además, así podré ir yo también —sonríe y se une a nuestro abrazo. Mamá es la única que sabe todo lo que pasó durante el cautiverio y me apoyó cuando hablé sobre eso por primera vez, la cual fue con mi psiquiatra —Y quiero usar mi vestido nuevo. ¡Está decidido!

—Pero, Ariela...

—¡Está decido! —Ella sale de la cocina dejándolo con la palabra en la boca.

—Te quiero lista en seis horas —señala con seriedad y antes de que se vaya detrás de mi mamá vuelvo a hablar.

—¿Me prestas tu tarjeta para comprar un vestido?

(...)

Los nervios me atosigan y entro en un ataque de ansiedad, respiro profundo y logro tranquilizarme.

La boda inició hace diez minutos, mamá y papá ya están allá. Pero decidí llegar sola, no quiero que piense que necesito a mis padres para superarlo... «Es así, pero no quiero que lo piense».

Entro al gran templo vestida de fucsia, el vestido es llamativo en medio de la noche, las piedras que adornan el escote llevan la atención a mis atributos; es largo hasta arrastrarse por el suelo y tiene una abertura hasta los muslos que deja ver mis piernas. Mi cabello cae sobre mis hombros y está perfectamente planchado, el maquillaje oscuro me da un aire seductor y los tacones dorados dejan a la vista mis uñas.

Me he vestido lo mejor que pude, no quiero tener aspecto decadente frente a todos mis amigos o... Conocidos.

Después de lo que pasó, corté el contacto con todos, aunque Aidan no les dijo la verdadera razón de mi ida, no quería que saliera a la luz.

No me arrepiento, pero no necesito a alguien que me juzgue, sé lo que hago mal.

... Y no sabría cómo mirar a Anastasia a la cara.

Las puertas se abren con mi llegada y todo el mundo murmura. Los novios voltean y yo sonrío.

—Buenas noches ¿He llegado tarde? —Me río sin querer —¡Na! Es que ustedes llegaron temprano.

Me encamino hasta el altar con sus ojos sobre mí, ni siquiera me molesto en reparar a la chica a su lado. Me concentro en los ojos verdes que brillan con intensidad, trae la barba crecida y el pelo despeinado. Se cruza de brazos, mientras mantiene una guerra de miradas conmigo.

Me fijo en la pulsera de hilo rojo y una hoja disecada, que ahora sustituye el lugar de su reloj. «Aidan no usa pulseras».

—¿Disculpa? ¿Quién eres? —Ella pregunta y por primera vez la miro... Es horrenda, tiene el pelo rubio y los ojos grises, labios rojos y con ese vestido se ve horrenda. «Si la mato, le hago un favor»

«Y... ¿Él no le habló de mí?»

—¿Eso qué importa? —Le entrego la rosa negra en las manos —Mi humilde presente.

—Aléjate —Aidan toma mi brazo y termino sonriéndole.

—Felicidades a los novios, felicidades al gran alfa y su nueva luna.

Dándole la espalda me voy a sentar junto a mis padres, me mantengo ahí hasta escuchar el dichoso ¨Los declaro marido y mujer¨.

Evito ver a alguien conocido, así que, salgo primero que nadie del consejo. Voy de regreso al hotel e intento procesar que ya lo perdí para siempre.

Mi cabeza no quiere asimilar que con 18 años, mandé todo a la mierda sin darme cuenta, y aún después de lo que pasó, no me arrepiento. Me convertí en una asesina mentirosa y una manipuladora asidua.

No siento culpa y tengo la sensación de que mi historia apenas está comenzando.

Ya no soy... Mate del alfa.

Solo tengo la esperanza de que mi camino sea más claro de ahora en adelante, trato de convencerme de que esto es lo mejor y no necesito un alma gemela para ser feliz.

Ahora soy contradependiente y espero no volver a estar Entre las garras del alfa.

FIN.

FIN

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Regalar una rosa negra significa separación, tristeza y muerte.











Mate del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora