32: Consejo.

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Luz.

Uso un vestido blanco, elegante y llamativo; tacones transparentes y estoy peinada y maquillada de manera sutil.

Me tomo varias fotos y se las mando a Deylin, sin duda me siento con la autoestima en el cielo.

Me miro al espejo detallándome desde todos los ángulos.

—Ay, pero yo estoy buena y divina —reconozco y le guiño un ojo a mi reflejo.

Observo la marca de Aidan en mi cuello, está un poquito roja, pero él dijo que era normal.

—¡Bueno! —Aidan me echa un silbido cuando sale del baño a medio vestir.

Me doy una vuelta dejando que me detalle con ojos negros.

Incluso mis uñas fueron pintadas. Sentirme tan bien, no se me da todos los días, así que hay que aprovechar.

Se acerca y mete las manos bajo el vestido.

—¡No hagas eso! —Le pego un manotazo y se aleja riendo.

Termina de vestirse y me muerdo el labio al ver lo hermoso que se ve en el traje color gris.

La espalda ancha y el reloj de la mano izquierda lo hacen verse magníficamente sexi.

«Que orgullo estar con ese hombre al lado».

Salimos de la casa solo nosotros. Él conduce un auto de lujo color negro.

Yo voy de copiloto e imagino todo tipo de fantasías mientras lo observo girar el volante con una sola mano.

Vamos a lo que parece el centro del pueblo, se estaciona y la gente nos hace reverencias cada que nota su presencia.

Él se muestra tranquilo demostrando que está hecho para ser admirado, sin embargo yo intento no cruzar miradas con nadie. Camina conmigo tomada de la mano y nos abren las puertas a medida que vamos entrando a lo que parece ser un gran templo.

Hay estatuas que para mí no tienen sentido.

Las paredes tienen diferentes pinturas sobre lobos, gente, colores, fuego, armas antiguas y demás. Todo es muy alusivo.

Las enormes puertas de madera se abren y veo una mesa con tres hombres y una mujer.

—Marca la reunión como iniciada —ordena Aidan mientras me guía a la silla más grande en la mesa.

Se sienta y me hace sentar sobre sus piernas, sin importarle quien nos mire.

—Fue llamado al consejo, porque Audrey de Adler, su madre. Nos ha informado que su mate mostró rechazo ante el lazo.

«Aidan nunca me contó que podía rechazarlo».

—¡Calumnias! —grita frunciendo el ceño, con enojo golpea la mesa cosa que me hace sobresaltar; lo nota y aprieta mis caderas pegándome a él —Esta es mi Luna, es mía y está marcada por mí.

Con delicadeza toca mi barbilla moviendo mi cara a un lado y mostrando la marca que hay en mi cuello.

—Pido revisión —habla la mujer.

Un muchacho joven se acerca, yo me mantengo quieta mientras él la observa y la toca despacio.

Suelto un quejido cuando aprieta un poco y Aidan le gruñe.

—¡Ten cuidado!

Paso mi mano por su pecho y siento como se tranquiliza un poco.

El chico termina y se aleja hecho un manojo de nervios.

Mate del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora