Capítulo XIV

793 103 583
                                    


"Érase una vez una mariposa que atravesó una dolorosa metamorfosis y de esa manera obtuvo una alas inquebrantables"


Ronan


"¿Sabías que para completar su metamorfosis la mariposa pasa por un duro proceso?"


La leve brisa marina rozaba mi rostro, me gustaba dejar la ventana abierta en clases. Eso de andar encerrado con un montón de idiotas, era como una sentencia de muerte. Las palabras dichas por mí hace apenas dos días, retumbaban en mi interior, como si mi cerebro hubiera detectado que toqué un rayo de sol luego de vivir tantos años en la sombra.

"¿Con qué un duro proceso, eh?"

Sonreí burlonamente ante ese pensamiento y empecé a recordar todas las veces en el que el destino se empeñó en quebrar mi voluntad y lo logró.

Todo comenzó cuando tenía 7 años y encontré el dulce rostro de mi madre dentro de una bañera llena de sangre.

Recuerdo pocas cosas de ese día, como la expresión desencajada que colocó mi abuela al descubrir la tétrica escena, también a alguien de la servidumbre tratando de separarme del helado cuerpo de mi mamá. No recuerdo en qué momento me metí a la bañera, pero hasta ahora el pensamiento de "Si la dejo ir, no la podré ver más" resuena en mi cabeza antes de dormir.

Al entierro no asistimos más que mi padre, mi abuela y yo, más tarde comprendería el porqué de eso, así como comprendí que mi mamá había estado luchando desde hace años con sus propios demonios, y aunque en el último mes había estado más radiante y feliz que nunca, simplemente un día perdió la batalla.

Pasaron los años y todo parecía sanar a mi alrededor, hasta que mi abuela me dijo que tenía que mudarse de ciudad. El motivo, defender la empresa familiar, su presencia era necesaria para indicar una influencia consistente.


—¿Por qué te vas nana? —pregunté en mi desesperación de entender porque otra vez una de las personas mas necesarias de mi vida se separaba de mi.

—Porque hay personas malas que quieren quitarnos el legado familiar —respondió acariciando suavemente mi mejilla — ¡Y tu abuela irá a defenderlo! —comentó entusiasmada y con los ojos ligeramente húmedos por las lágrimas que se negaban a salir.


Las lágrimas que si salieron fueron las de Charles en el aeropuerto, al despedirnos de ella. Él solía pasar mucho tiempo en mi casa, en aquellos años solo había visto a su padre apenas dos veces y me bastó para comprender que era un hombre desagradable, a mi tampoco me gustaba estar cerca de él.


—¿Por qué lloras, tonto?— cuestioné confundido.

—Desde que me mudé aquí no he vuelto a ver a mi abuela —Sorbió su nariz —, pero tu nana ha cuidado de mí como si también fuera su nieto— contestó, se secaba las lágrimas con la manga de su camisa. — Además, estoy llorando porque tú no puedes hacerlo, es lo que hacen los amigos, ¿no?


Poco tiempo después, a mis 11 años le supliqué a mi padre que me dejara asistir a la misma escuela de Charles. Aún recuerdo su mirada, sus ojos claros escudriñando a la nada, aquella vez pensé que estaba enojado conmigo, ahora sé que estaba recordando a otra persona, preocupado por mí.

CrisálidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora