"Érase una vez dos orugas que se encontraron para nunca separarse"
Charles
—¡Pst, pst! ¡Rubio!
El susurro me tomó desprevenido en mi escondite entre los arbustos. Era la vecina, o al menos eso era lo que suponía, siempre la veía regar los rosales que colindaban con mi jardín.
Me giré a verla haciéndole notar que la había escuchado, sentí como mi cabello se enredó en una ramita e hice una mueca de dolor. La señora se acercó lentamente hasta estar a mi costado.
—Veo que no te encuentras muy bien, te tengo una propuesta —susurró.
Mi madre siempre le había recalcado a mis hermanas que no le hablaran a extraños, pero como ella nunca me lo había dicho a mí, supongo que no había problema.
—Buenos días, perdone ¿A qué se refiere? —contesté también en un susurro.
En su rostro se dibujó una sonrisa que me hacía recordar a mi abuela
—He notado que vienes a esconderte aquí constantemente. ¿Te gustaría pasar a mi casa? Allí nadie te verá y podrás irte cuando desees, tenemos columpios, resbaladizas y muchos videojuegos.
La propuesta era increíblemente tentadora, en ocasiones subía a la terraza para ver la casa del costado. Además de los juegos, sabía que tenían una piscina con toboganes gigantes, sin embargo nunca había visto a nadie jugar en ellos.
Los fines de semana eran los días más horribles para mí, porque papá nunca estaba. Mi hermana mayor solía culparme de la ida de mamá y golpearme cada que tenía una oportunidad. El problema fue cuando se lo conté a papá, la lastimo tanto la última vez que no pudo ir a la escuela en una semana.
Mi otra hermana me rogó llorando que por favor no se lo contara más, y yo se lo prometí. Estaba arrepentido, nunca quise que la golpearan por mi culpa, solo quería que ella dejara de golpearme a mí. Desde entonces mis únicas opciones son someterme a sus golpes o esconderme de ella.
No dude mucho al responder.
—¿Tendría que hacer algo a cambio? —pregunté sabiendo que no sería tan fácil. Era pequeño y malo en los estudios, pero no era tonto.
La señora abrió los ojos de la sorpresa y contestó de manera cómplice.
—Solo necesito que hagas jugar al niño que está dentro de la casa.
Sabía de ese niño, nos presentaron cuando me mudé aquí, excepto que ya no recordaba su nombre. En ese entonces, había también una bonita mujer rubia que jugaba con él, hasta que un día, desaparecieron. Todo este tiempo pensaba que se habían mudado, al parecer no era así.
No tenía nada que perder, así que lo intentaría.
—Acepto.
La señora me dio una sonrisa entusiasmada y liberó con delicadeza mis cabellos de los arbustos; luego de eso me tomó por debajo de mis brazos, levantándome como si fuera una pluma y haciéndome cruzar la separación de los jardines.
Tomó mi mano y me sentí seguro, nos adentramos en la propiedad después de haber cruzado los juegos de jardín. Me llevó hasta una habitación en el segundo piso que estaba repleta de todos los juguetes que veía en la televisión y en la esquina un niño jugando con un cubo raro de colores.
Sus cabellos eran tan oscuros como la noche, totalmente opuesto a mí.
Me acerqué para ofrecerle mi compañía.
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Crisálida
Teen FictionCrisálida: De cómo crecer y no perder el corazón en el intento. Jardín de Secretos #1 A Rini Gallardo solo le interesan tres cosas: Sacar las mejores notas, pasar tiempo con sus amigos e ingresar a una prestigiosa universidad al graduarse. Sin embar...