"Érase una vez una mariposa que descendió hasta los suelos y deslumbró a la oruga con sus brillantes colores"
Rini
Mis días en Abingdon estaban siendo increíblemente... malos.
Bueno mal, mal no. Aún nadie me había lanzado algún batido de hielo en el rostro, ni arrojado sangre de cerdo frente a una multitud.
Tampoco me había cruzado a Alain Valle-Rojo, o al menos eso suponía, porque ni idea de cómo se veía.
Sin embargo, aunque la cafetería no era desagradable, sí lo era ser una carga social. En el primer día que Lucas almorzó conmigo podía jurar que las animadoras le habían dado precio a mi cabeza.
Lo último que quería era que Lucas tuviera que decidir entre su novia y yo, cuando ella volviera. Así que preparé una estrategia de supervivencia social:
Prepararme almuerzos fríos para no tener que recurrir a los microondas de las cafeterías. Salía lo más rápido de mi aula para no cruzarme a Lucas y luego buscaba una agradable área solitaria con césped para almorzar.
Abingdon tenía infinidad de zonas para poder dispersarse durante el almuerzo, como si los arquitectos supieran que las cafeterías se volverían a largo plazo sitios peligrosos.
Luego de terminar mi almuerzo, me escondía en los baños y jugaba con mi celular hasta que sonara la campana. Si había algo más humillante que comer sola en la cafetería era que te encontraran en los exteriores haciendo nada, como una desquiciada social.
Llegó el viernes y eso significaba clase de gimnasia. Mi clase, la "B", se juntaría con la clase "E" y luego de la clase nos darían tiempo libre en las canchas. Me encontraba sentada sin molestar a nadie en las gradas de una de ellas, matando el tiempo.
Pero al parecer a alguien allá arriba le divierten mis desgracias.
—¿Rini Gallardo, cierto?
Alcé la mirada y los curiosos ojos cobrizos de Daisy Camps estaban examinándome, Cari la acompañaba.
Saben, cuando tenía 7 años me torcí el tobillo tratando de realizar una pirueta en la cama, aquella vez mi papá en forma de regaño me dijo que siempre estaba buscando el peligro.
Papá se había equivocado, hoy había confirmado que el peligro me buscaba a mi.
—Esa soy yo, Rini Gallardo —contesté con una sonrisa mal improvisada.
Al parecer no les importó en absoluto porque de igual manera se sentaron a mi costado.
—¿Sabías que si estás en las gradas tienes que hacer dos cosas? —Pareciera que Daisy me estaba brindando una clase que yo no había pedido —. Puedes charlar coqueta con tus amigas o animar a los chicos que están jugando frente tuyo.
Daisy gritó un "¡Vamos chicos!" , y como si fueran perritos oyendo una bolsa abrirse, todos los chicos en la cancha voltearon hacia nosotras o bueno hacia Daisy sonriendo.
Entre ellos Tim, que nos saludó con la mano y riendo. Mi corazón dió un brinco.
"¡Tonto, tonto, tonto corazón!"
En el horario libre la mayoría de chicos se organizaron más rápido y tomaron las canchas, el grupo del A y D jugaba baseball en el campo opuesto al nuestro. El cual curiosamente se veía con una mayor población femenina.
—Eso es porque Alain se encuentra en la clase A —Daisy respondió como si leyera mi mente—. Desde que renunció al puesto de capitán del equipo de baseball, se ha perdido un poco el interés en el equipo.
ESTÁS LEYENDO
Crisálida
Teen FictionCrisálida: De cómo crecer y no perder el corazón en el intento. Jardín de Secretos #1 A Rini Gallardo solo le interesan tres cosas: Sacar las mejores notas, pasar tiempo con sus amigos e ingresar a una prestigiosa universidad al graduarse. Sin embar...