Capítulo XXXII

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"Érase una vez dos mariposas que se odiaban, pero ante una inminente tormenta tuvieron que trabajar juntas"


Ronan

Un brillante destello choca contra los lentes oscuros de los presentes cuando un vehículo atraviesa la solitaria carretera. Aquel lugar no podría haber sido más dicotómico. De un costado se extendía una enorme área desértica propiedad de algún fabricante privado, y del otro un frondoso bosque que cobijaba un vehículo abandonado entre sus ramas, como si fuera parte de él, ocultándolo de la vista de los demás.

El policía que debería estar investigando el paradero de Rini y Daisy, se paseaba de un lado al otro con el porte de una sombrilla ante una tormenta.

Solo había venido una patrulla, una jodida patrulla.

—No podemos intervenir en este caso, al parecer la señorita Daisy Camps esta a punto de ingresar en el programa de protección de testigos —dijo sin importancia mientras masticaba un palillo de dientes —Esto es jurisdicción de la policía federal.

—Tu jurisdicción me importa una mierda —siseé colocándome a su altura. Mis puños tenían ganas de arreglar su nariz torcida. —Lo averiguas ahora mismo o-

—¿O qué? —respondió acercándose—¿Estás amenazando a un oficial de policía, jovencito?

—Por supuesto que no, señor oficial... —respondí sonriendo —Yo nunca amenazó, solo actúo.

Fui jalado hacia un costado de manera intempestiva. Alain Valle-Rojo se colocó delante de mí con su asquerosa sonrisa de secuestrador de bebés.

—Y nuestra acción será volver a casa, oficial... —se detuvo a leer el gafete del hijo de puta, mientras me retenía —¡Sánchez! Oficial Sánchez. Agradecemos su pronta llegada y aviso a la autoridad correspondiente.

—Cuida la actitud de compañero, hijo —dijo señalándome—. No quieren verse envueltos en más problemas.

Problemas iba tener él cuando le quité ese mondadientes de entre los labios y se lo clave en el ojo.

—Cálmate, Rothschild —murmuró adolorido cuando doblé unos de sus dedos, se dirigió al policía soltándome—¡Gracias oficial!, lo haré.

El oficial bueno para nada se retiro en su patrulla. Agarré una lata que estaba al lado del camino y se la lancé. No lo alcanzó, maldita sea. Patee el parachoques del auto abandonado tratando de sentir algo de dolor.

Rini y Daisy habían desaparecido. Detrás de ellas solo había quedado el coche en donde estaban siendo transportadas. Alguien las había secuestrado.

¿Pero quién?

Se supone que yo debería haber estado con ella.

Se supone que íbamos a tener este estúpido viaje juntos y pasar momentos inolvidables como unos jodidos chicos normales de segundo año de preparatoria.

Se supone que ella no debería haber perdido el bus y mucho menos ir en un jodido auto privado para encontrarse con el jodido Alain Valle-Rojo en la mitad de la jodida nada para llegar al área de campamento.

Se supone que luego de esa estúpida pelea que tuvimos, ella se disculparía y volveríamos a nuestra tonta rutina de siempre.

Yo molestando, ella gritándome.

Pero ahora ella no estaba, y era mi culpa.

—No vuelvas a hacer una idiotez como esa, ¿me oyes? —Alain Valle-Rojo me tomó de las solapas, empujándome contra su auto. Su expresión seca y los puños apretados estaban fuera de su actitud común. Aún así, se veía natural en él. Como si el tipo sonriente fuera tan solo una máscara que podía quitarse cuando quisiera. Permanecí impávido, sin demostrar una pizca de emoción.

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