Capítulo IV - Parte 2

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Me estaba lavando las manos cuando me di cuenta de que mi ángel guardián se había ido a tomar un descanso, porque frente a mí había un objeto delgado y cónico que tenía contenido color rosa coral

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Me estaba lavando las manos cuando me di cuenta de que mi ángel guardián se había ido a tomar un descanso, porque frente a mí había un objeto delgado y cónico que tenía contenido color rosa coral.

Un labial.

Giré mi rostro y allí estaba Daisy Camps frente a mi. Dio un paso hacia adelante y la puerta se cerró por inercia.

Quieta como una estatua, Daisy me miraba aturdida. Sus ojos pasando a través de mí y mi actual secreto.

—Rini.

—Daisy.

Ninguna de las dos dijo algo más, juraba que podía cortar la tensión con un cuchillo.

Piensa, piensa, piensa.

Ella no puede saber a ciencia cierta que estaba aquí.

—Que vergüenza, Daisy, lo siento muchísimo, veras pensé que no iba a entrar nadie más que yo, y no me pude aguantar —Daisy cambió su expresión a una confundida y continué:

—Pero soy una boba, me tomé ese juguito de la máquina expendedora ¡Y no leí que tenía leche! Vine corriendo al baño porque...—Agarré mi pancita y baje la mirada como con mucha vergüenza —No pude aguantar los gases.

Créetelo, créetelo, créetelo por favorcito.

—¿Estas así porque piensas... —Se detuvo como si procesara lo que estaba a punto de decir —...que te oí tirarte gases?

—¿Por qué más me mirabas así entonces?— respondí fingiendo ignorancia.

—Porque... —Me miró a la cara, bajó a mis manos y sacudió la cabeza—... Olvídalo, no oí nada, solo vine a recoger un labial que me olvidé.

—¡Claro, que tonta fui! —Tomé con velocidad el labial y se lo extendí, ella lo tomó —Es obvio que algo tan lindo era tuyo, por favor no le cuentes esto a nadie.

Si no me ganaba un Oscar por esto, la academia se estaría perdiendo un talentazo.

—Claro que no, al contrario para ayudarte a evitar estos inconvenientes de comida, el lunes siéntate conmigo.

"¡¿QUÉ?!"

—¿En serio? ¡Qué emocionante! —exclamé con un montón de falsa emoción.

— Claro que sí, nos vemos entonces.

Y así como apareció, desapareció. 

Sentí como el aire volvía a mis pulmones. Esta en definitiva había sido una de las situaciones más peligrosas de toda mi vida, después de aquella vez en que me perdí en el super a los 6 años. Me mojé rápidamente la cara para refrescarme y me fui como alma que casi se la lleva Daisy Camps, digo el diablo, a mi salón de clases.

CrisálidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora