19. El llamado paraíso

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La sonrisa en el rostro del Noblesse estaba bien marcada, el resto no sabía qué había sucedido para que se encontrara de tan estupendo humor. Pero ahí estaba él al lado de Ana, y esta no tenía ese aire agresivo cuando estaba cerca de Raizel...Estaban por dar las tres de la mañana, y todos estaban en tejado de la casa, esperando que la Señora Ana emprendiera su partida a ese lugar que habitaban los ángeles. 

-¿Esta segura que quiere ir sola?-pregunto Margot, la preocupación en su voz era notoria. 

Ana coloco su mano derecha sobre el hombro de la rubia y lo apretó ligeramente, con una sonrisa.

-Estaré bien, todo estará bien. 

-Pero-quería reprochar.

-Tus asuntos con Dios serán atendidos el día que mueras, y hasta ese día te preocuparas ¿Entendido?

Margot asintió no muy convencida. 

-Que todo salga bien mi Señora-dijo Frankenstein haciendo una reverencia. 

-Sí, espero que máximo esta ahí cinco días-dijo la chica mirando a Cadis-. Espero que tengan tiempo para hacer ese trabajo ustedes dos-señalo a ambos rubios, y estos asintieron-. Muy bien, es ese caso ya es hora de irme. 

Hecho sus hombros hacia atrás, respiro profundamente. Raizel dio unos pasos a ella para tomarla de la cara.

-Cuidate, me avisas cualquier cosa. 

-Ya, no te preocupes. 

El pelinegro suspiro y pego su frente a la de Ana. 

-Confió en ti-dijo para después levantar un poco la cara de la chica y pegar sus labios a los de ella. 

Los demás no daban crédito, y sus mejillas estaban coloreadas de rojo, pero ahora estaban confundidos ¿Seguirían juntos?

Ana llevo sus manos a las de su esposo, y con cuidado las retiro, regalando leves caricias. 

-Es lo mínimo que espero-contesto con diversión. 

Dio un paso atrás, sus ojos comenzaron a brillar y su cabello a levitar, dejo caer su cabeza hacia un lado, al mismo tiempo en que aparecían un par de alas en su espalda. Raizel ya las había visto antes, aunque lo adjudicaba al poder de la chica, ya que el también podía crear alas de sangre...pero no esa así, las de Ana eran verdaderas, aunque su tono grisáceo demostraba a su comprensión, que no era un ángel puro. 

-Hasta luego, cuídense-dijo la azabache antes de impulsarse con sus alas.

Les regalo una ultima sonrisa antes de impulsarse aun más y emprender vuelo hacia aquel lugar. 

-Pensé que utilizaría un hechizo para llegar-agrego Seira con duda.

-No es posible-respondió Margot-, ese lugar esta demasiado protegido, la única forma de llegar es llegar a la puerta del juicio.

-¿Cómo lo sabe?-pregunto M-21.

-Una vez fui a ese lugar, muy peligroso para un no ángel. 

-Pero los ángeles son bueno ¿no?-hablo Tao.

Margot se rasco la nuca.

-No son lo que se imaginan los humanos, a ellos no les importan los humanos...en lo absoluto. 

-Bueno-comenzó hablar Frankenstein-, vayamos adentro. 

Asintieron y comenzaron a bajar a sus respectivos cuartos, quedando al ultimo los acompañantes de los amos, y el mismo Cadis. 

-¿Esta preocupado?-pregunto Margot. 

-No le tengo confianza a esos seres. 

-La Señora estará bien, de eso estoy seguro-respondió Frankenstein-, además, a usted le fue muy bien ¿verdad?

Concédeme esta pieza, una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora