6. Recolección

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An se despidió de la chica, y se dirigió a su antigua habitación. Estaba en el lado oeste del castillo, recordaba el camino muy bien, estar de ahí por más de quinientos años, no haría que se olvidara. Se detuvo en la puerta de madera tallada, acaricio los bordes, estaba nerviosa, no lo negaría, pero era necesario. Se adentro a la habitación, estaba cubierta por una fina capa de polvo. La chica no perdió tiempo, y quito la alfombra de al lado de la cama, y con ayuda de una navaja que siempre estaba en el cajón de buro levanto una delgada placa de roca, dejando al descubierto una caja blanca. Levanto la tapa, ahí estaba, El Harpe, una espada con una protuberancia curvada similar a una hoz cerca de la punta de la cuchilla, hecha para sorpresa de muchos, de hielo, un hielo que jamás podría derretirse, a menos que la vida de su dueño, se desvanezca, pues nadie más es digno de poseerla.

Ana la tomó de la empuñadura, se escuchaba la navaja contra el aire. Era simplemente el arma más hermosa, y su color blanco hacia que llamara más la atención. La chica la lanzo al aire, la espada desapareció, un dolor en su muñeca se hizo presente. La había sellado en ella, para que pudiera cargarla a todos lados sin estarla cargando.

-Ahora, por mi anillo.

Acomodo las cosas nuevamente, salió del castillo y se encamino a la mansión. No tuvo ninguna interrupción, se adentro a la casa sin ninguna prisa, se detuvo en medio de la sala. Era claro que había sido visitada hace no mucho tiempo, seguro que por ellos. Dejo de lado eso y continúo avanzando a la habitación principal.

La habitación era enorme, la mas grande de toda la mansión. Seguía igual como el día que se fue, suspiro, y llego al buro derecho, abrió el cajón y ahí estaba una pequeña caja de porcelana con decoraciones florales. La abrió, sitio un gran alivio, ahí estaba su anillo...pero, había otro, y ese ella no lo puso ahí. Era el de Raizel. Cerro la caja y la guardo en uno de los bolsos de su vestido, era muy practico el diseño que había hecho Frankenstein.

Suspiro, pues por el material que había ido, ya lo tenía en sus manos. Podría regresar a Korea si así lo deseará. Regreso al gran salón de la mansión, quedándose al frente de los ventanales, no podía ver nada detrás porque las cortinas estaban cerradas, pero así estaba bien, la ultima vez que estuvieron abiertas fue en uno de los bailes que patrocino Rai y ella.

-Señora-escucho la voz de Gejutel en la entrada.

Giro su cuello a la derecha para verle, el anciano se mostraba preocupado.

-¿Qué se te ofrece?

-¿Enserio lo hará?

-¿Por qué lo dudas?

El hombre se adentro, quedando a unos paso de la chica.

-Ustedes siempre fueron el uno para el otro.

-Las cosas cambian Gejutel...pero no te preocupes, estoy consciente de la situación actual de Cadis y lo ayudaré.

-Creo que es precipitado.

-Lo he pensado por siglos, no es precipitado.

-Acaba de despertar.

-Lo sé. Y debería volver a dormir, pero es necio y al parcer le agrada su vida actual. Y yo no estoy en ella, simplemente haré que todo se mantenga en orden para él.

-¿Qué piensa hacer después?

-Dependerá, tengo que protegerlos, y la Unión es signo evidente de peligro.

-¿Peligro?¿Humanos?

-Ya no son, simples humanos. Pero creo que debemos recordárselo, que en la cadena del mas fuerte, no son ellos quien la lidera.

Concédeme esta pieza, una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora