39. Mejores amigas

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¿Su señora estaba ahí?...¡Por supuesto que iba a estar ahí!...conocía a esa mujer, y sabía que era capaz de hacer un sin fin de locuras, esta no iba a ser la excepción. Se maldecía internamente ¿De verdad pensó que su Señora la iba a dejar tan fácilmente?...¡NO!

-Pareces nerviosa. 

Margot levanto la mirada, encontrándose con las cuencas verdes de la pelirroja, que la miraba de reojo. 

-No sé si saldré viva de esto-revelo la chica-...no creo que este muy contenta. 

-Esta furiosa-dijo con cierta diversión la Reina-...pero no creo que te mate, si lo haría sería en vano todo lo que esta haciendo. 

-Me preocupa eso que acabas de decir. 

Ambas mujeres continuaron caminando por el castillo de pelirroja, a cada cierto tramo, se encontraba un guardia protegiendo el lugar, ahí Margot se preguntaba si existían seres qué podían atacar a los seres de luz para que estos tuvieran que poner protección. 

-Listo, Ana se encuentra en aquella biblioteca-señalo la puerta frente a ellas-...entraría, pero mi morbo no es tan grande, así que ve tu sola. 

Margot asintió, siguió su camino sola y a cada paso que daba, sentía como su pecho se oprimía. Al tocar la perilla se quedo quieta un momento ¿Debía de hacerlo?....un carraspeo llamo su atención, era Eva, la mujer le indicaba con sus manos que se adentrara. Margot tomo aire, y con ello, valor. Giro la perilla y se adentro...no puedo ver a nadie a primera vista, solo un montón de libros acomodados en estantes de madera. 

Termino por adentrarse y cerro la puerta a su espalda, miro a la derecha e izquierda, el lugar estaba en absoluta tranquilidad. Fue entonces cuando escucho un quejido y alguien maldiciendo; la voz era la de ella, pero la alerta despertó en la rubia. Corrió al primer pasillo que encontró, el ruido se había escuchado en la parte de arriba así de debía de haber alguna escalera, y sí, estaba al final de la biblioteca, pegada al ventanal. Subió con prisa, su mirada se dirigió directamente en la mujer que estaba sentada en un pequeño sofá rosa pastel, estaba soplando su mano, después de analizar un poco más la escena, se percato de que su Señora se había quemado. 

-Señora Ana, permítame-dijo la chica. 

Ana sabía perfectamente que la rubia había llegado, pero la forma en que capto su atención, nunca lo hubiera planeado de aquella manera. Pero que mala suerte tenía ¿Por qué el té estaba tan caliente?...su piel estaba enrojecida, y ahora mismo la rubia estaba haciendo no sé que hechizo para curarle, aunque no tenía por qué hacerlo, ella podría encargarse sola...pero no dijo nada, se limito a observar a su fiel compañera de siglos, atendiéndola como a una hermana, en algunas ocasiones, como hija...a pesar de que ella, era mayor. 

Había pasado un tiempo corto desde que se marcho, pero Ana lo había sentido como a una eternidad, podía jurar que su cabello era un poco más largo. 

-¿Quién te dio el permiso de marcharte?-pregunto la azabache. 

Margot estaba de rodillas frente a ella, sosteniendo la mano herida de Noblesse...no levanto la mirada, no pudo hacerlo. 

-Era una buena causa. 

-¿Abandonar a tu mejor amiga, es una buena causa?

La rubia tembló, es que la relación entre ellas no era un simple Señora y subordinada, porque a pesar de que se presentaban de esa manera, sabían que su lazo iba más allá....porque a pesar de todo, ambas caminaban a la par. Habían sido su compañía por bastante tiempo, inclusive Ana quería mucho más a esa chica que a la propia Erga. 

-No lo vuelvas hacer-continuo diciendo Ana. 

Ante la voz quebrada de la mujer, Margot levanto la mirada, encontrándose con una Ana en lagrimas, a pesar de que ocultaba su cara con el antebrazo izquierdo, eran notorias sus mejillas empapadas.

Concédeme esta pieza, una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora