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|Picahielos|
𝚂𝙾𝙿𝙷𝙸𝙴
—¿Y entonces Derek se llevó a Isaac? —pregunté mirando a Stiles mientras colgábamos de los arneses que nos sujetaban para no caer al suelo. Estábamos escalando en el rocódromo para la clase de gimnasia de ese día mientras repasábamos todo lo que había pasado la noche anterior.
—Sí, se lo llevó de la comisaría y ahora no sabemos dónde está —dijo dando un paso más—. ¿Y tú dices que aquella criatura tenía cola?
—Sí, tenía cola y parecía una maldita lagartija —dije poniendo mi pie izquierdo en otra de las presas de colores.
—No parece muy peligroso.
—Tenía dientes como cuchillas y unas garras enormes —dije entrecerrando los ojos.
—Bueno pero...
—Se acabaron las preguntas —dije interrumpiéndole. Avancé rápidamente por la pared con agilidad dejando a Stiles atrás. Le miré desde arriba y vi que no avanzó nada—. ¿Vas a dejar que te gane?
—No me importaría, las vistas aquí son geniales —dijo con una mirada atrevida. Para cuando quise darme cuenta vi que estaba mirando mi trasero con atención. Chasqué la lengua indignada y negué con la cabeza. Llegué hasta el final del rocódromo y empecé a bajar agarrada del arnés. Cuando pasé por al lado de Stiles le saqué el dedo y acabé tocando la colchoneta con los pies.
—Muy bien, Davis —dijo el entrenador—. Erica, al rocódromo.
Me quité el arnés y se lo di a la mencionada. Era una compañera nuestra que había visto un par de veces por Beacon. Era rubia y siempre llevaba unas ojeras muy marcadas. La conocían por ser epiléptica y la mayoría de veces era el hazmerreír de todos. Algo que me parecía muy cruel ya que no era culpa suya tener aquella enfermedad.
Stiles acabó bajando y Erica recién comenzaba. Podía escuchar como su corazón latía con rapidez y su respiración se agitaba. Llegó aproximadamente a los dos metros de altura y se detuvo mientras temblaba y lloraba.
—No puedo —dijo entre sollozos.
Toda la clase, incluido el entrenador, se acercaron al rocódromo rodeándolo. Stiles todavía estaba con el arnés puesto y observó desde la colchoneta a la chica que se quedó paralizada.
—Erica —dijo el entrenador—. ¿Estás bien? ¿Padeces de vértigo?
—El vértigo es una disfunción del nervio vestibular del oído interno —empezó a decir Lydia—. Está acojonada, hombre.
—Erica —volvió a llamarla el entrenador.
—Estoy bien —contestó la chica, aunque por su tono pude adivinar que mentía.
