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|Castaña de ojos claros|
𝚂𝙾𝙿𝙷𝙸𝙴
—¡Ya voy! —grité bajando las escaleras. El timbre de la casa no para de sonar cada dos segundos, mi madre estaba en el salón y como no esperaba visita sabía que era para mí. Llegué a la entrada y abrí la puerta de mala manera, sea quien fuere la persona era una impaciente.
—¡Sorpresa! —dijo Stiles al lado de Scott.
—¿Qué hacéis aquí? —pregunté con los ojos entornados.
—Se dice: "Encantada de veros".
—Stiles... —dije con poca paciencia.
—Vale, vale... Pues tengo un plan de última hora que quiero disfrutar este sábado con mis dos mejores amigos —contestó Stiles—, así que hemos venido a buscarte.
—¿Hemos? —dijo Scott—. Me has obligado a venir y ni siquiera sé qué quieres hacer.
—Ahora lo veréis, no seáis impacientes.
—Mamá, son Stiles y Scott —dije abriendo más la puerta para que los chicos pudieran pasar.
—Hola señora Davis, déjeme decirle que está estupenda esta noche —dijo Stiles con una gran sonrisa.
—¿Qué queréis de mi hija? —dijo quitándose las gafas para leer.
—Pues me preguntaba si podíamos llevárnosla un par de horas —dijo el chico—. Con su permiso, por supuesto.
—Deja de hablar así —dije con cara de asco.
—Los modales son importantes —susurró.
—Volved antes de las doce —dijo mi madre volviendo a ponerse las gafas.
—Genial, gracias —dijo Stiles aliviado.
—Hola chicos —dijo mi padre entrando en escena desde el garaje. Llevaba un carrito donde transportaba una gran caja, la cual parecía pesar mucho. Pasó por nuestro lado y empezó a subir las escaleras con esfuerzo.
—Déje que le ayude —dijo Scott, se acercó al carro y agarró la caja sin esfuerzo alguno. Empezó a subir las escaleras mientras mi padre le observaba con la boca abierta—. ¿Dónde la dejo? —preguntó una vez arriba.
