Capítulo 6

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Kalenna miró la nota de su marido encima del aparador de la entrada. Salía tarde para la clase y no quería perderla por nada de este mundo. Leyó el mensaje ya en el ascensor mientras bajaba al garaje para coger el coche.

«Voy a estar fuera los próximos tres días, espero que sea tiempo suficiente para hablares con tu abogado. También espero que te encuentre un sitio para vivires, rápidamente, porque no quiero verte cuando vuelva a casa».

Hizo una bola con el papel y lo metió en el bolsillo del bléiser que llevaba. Y siguió con tranquilidad para su coche. Cuando ya se encontraba en carretera llamó por el altavoz a Damien. Él atendió al segundo timbre.

—Dígame.

—Hola Damien, soy Kalenna. No sé si es oportuno hablarte en estos momentos...

—¡Ahh!... sí, claro —contestó, suavizando la voz.

—Necesito hablar contigo con urgencia. James me está presionando, nuevamente, y tengo que encontrar manera de resolver todo esto lo más rápido posible. —Por primera vez, su voz se notaba un poco nerviosa y aprensiva.

—Si quieres y puedes concertamos una cita y me explicas mejor el tema, de todas formas tendríamos que hablar esta semana. ¿Cuándo te viene bien?

—Esta tarde, ¿puede ser?

Damien se sorprendió con su prisa y no esperaba aquella respuesta.

—Bien. ¿Sobre las tres te viene bien? O si prefieres podemos comer juntos, me vas explicando mejor todo y luego seguimos en mi despacho. —De repente, aquella propuesta le sonaba a algo más íntimo de que profesional, pero no dejaba de ser una manera más relajada de empezar a hablar de un tema delicado. Quizás así ella se sintiera más tranquila. Contar las cosas personales de cada uno a un desconocido siempre era algo invasivo para los clientes.

—Me parece perfecto. Te llamo cuando salga de clase, para que me digas donde nos encontramos para comer.

—De acuerdo.

Parecía que estaban teniendo una conversación de pareja normal y corriente. Damien se puso alerta de inmediato. Por muy guapa que fuera la chica y por muy atraído que se sintiese por sus curvas y pecados, debería ser un profesional y además tener cuidado con ella. Quería estar con los ojos y las orejas bien abiertas para hallar cualquier tipo de manipulación. Después de todo lo que Marvin le había dicho, no podía mirarla con los mismos ojos, a pesar de que no quería juzgarla precipitadamente, tampoco quería bajar las defensas. Era su cliente e iba a hacer todo lo que pudiese para defender sus intereses, pero siempre estaría alerta.

A las dos menos veinte, Kalenna entró en el restaurante que habían concertado. Damien la esperaba en el bar con un aperitivo en la mano.

—He tomado la libertad de pedir algo para refrescarme. ¿Qué te pido?

—Un zumo de naranja natural. No suelo beber alcohol. Solo en ocasiones muy especiales.

A Damien aquello le parecía una ocasión especial. Se detuvo mirándola por el rincón del ojo. Llevaba unos pantalones vaqueros muy estilizados azules oscuros, una camiseta blanca y un bléiser negro. En los pies llevaba unos tacones stilettos altos, clásicos, negros, que solo hacían que tornear sus piernas muy largas. Muy simple, pero muy elegante a la vez. Todo en aquella mujer emanaba sensualidad, aunque no lo hacía con esa pretensión. Y de nuevo, estaba incómodo en su presencia.

Hablaron de trivialidades del día a día hasta que se sentaron para comer. Pidieron los platos y cuando el camarero sirvió las bebidas, Damien quiso empezar a encaminar el asunto que los trajo allí.

—Kalenna —ella levantó los ojos del plato cuando él la llamó y lo miró con atención—, otro día, en mi despacho, te dije que tenías que confiar en mí.

Ella se sonrojó y se limitó a asentir con la cabeza.

—Lo que quiero decir es que necesito que me cuentes algunos detalles de tu relación con James y quizás algunas cosas más concretas, más íntimas, porque debo saber todo lo que se pasó entre vosotros y que haya resultado en este extremo. De otra forma, no podré ayudarte con todas las armas posibles. Sé que es dificultoso e invasivo hablar de ciertos temas, pero quiero que confíes en mí y que sepas que todo lo que me cuentes está en absoluta confianza y discreción. Solo quiero ayudar.

—Yo confío. —Menaba con la cabeza de forma afirmativa algunas veces, como aceptando lo que Damien le decía—. Te contaré todo lo que necesites saber, pero yo también necesito de algo. Necesito salir de aquella casa en menos de setenta y dos horas.

Damien se quedó estupefacto con la respuesta.

—¿Por qué dices que tienes que salir de tu casa en tres días? También es tuya, no tienes por qué salir a ningún lado. Es un derecho tuyo. Hasta que se dicte la división de bienes, tienes el derecho de habitar allí tranquilamente. Y además, si sales, podremos dar a entender que abandonaste a tu marido de forma voluntaria. Para hacer sabe Dios el qué. O lo que el juez interprete.

—James me pidió que saliese en tres días antes de que él volviese.

—Espera... espera. James ¿te pidió o te amenazó? —Empezaba a quedarse nervioso y tuvo que desabrochar un poco de la corbata. Tenía la sensación de estar sofocando la garganta.

—El tema es que no puedo seguir en aquella casa, no quiero. No quiero verlo cuando vuelva.

—Kalenna, por favor, acabo de decirte para confiar en mí, pero no me cuentas nada. No sé qué pasa entre vosotros y por qué debes tomar una decisión así, sin más, por puro capricho, que pueda llevar a dificultar el proceso aún más para ti.

Ella se entristeció y su rostro parecía un poco enfadado también. Bajó los ojos al plato y dijo entre dientes:

—No es un capricho.

—De acuerdo, lo siento. Quizás haya empleado mal la palabra. No te enfades. Puedo ser un poco... estúpido, a veces. —Kalenna levantó el rostro y lo miró seriamente. Sus ojos se suavizaron y Damien pareció ver que se quedaban un poco húmedos. Se sintió muy mal. La mujer que tenía a su frente era alguien frágil que se enmascaraba de fuerte. Y él quería protegerla, de James, del mundo, de él. Tenía ganas de abrazarla, levarla a su casa y hacerle el amor sin parar, hasta que en su rostro solo hubiese sonrisas de satisfacción.

Damien no tenía novias, ni quería. No hacía el amor con nadie. Cogía mujeres, ocasionalmente, para follar y tener placer. Pero Kalenna no se parecía a las mujeres con las que salía. No entendía la obsesión que estaba idealizando con ella, en su cabeza. Necesitaba sexo. Despejar la cabeza; quitar el pensamiento de ella y recordarse que seguía siendo su cliente.

Terminaron la comida pacíficamente, hablando de alguna que otra futilidad. A la continuación subieron al despacho de Damien. Ella se sentó acomodada en la silla delante de la secretaria donde él presidía la reunión.

—Vamos a empezar desde el principio, porque tal vez sea más fácil. ¿Por qué queréis vosotros divorciarse?

—En el inicio, yo le pedí la separación. Pero James no aceptó bien y pasado algún tiempo, él fue lo que me dijo que se quería divorciar de mí.

La información iba en veracidad con la que Marvin había contado a Damien. Pero seguía hablando en pequeñas dosis y no le contaba toda la historia. Necesitaba desenredar aquel nudillo.

—¿Por qué motivo se quiere James divorciar de ti, entonces?

—Porque sé demasiado sobre él y sus negocios —dijo, pacíficamente.

—Muy bien, ya lo veo, pero ahora mi pregunta es otra: ¿por qué querías tú separarte de él en primera instancia?

—Porque me maltrata.

Damien abrió la boca, volvió a cerrarla. Cerró los puños. Y dio un puñetazo en la mesa con uno de ellos.

El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora