Kalenna se debatía en sus brazos e intentaba libertarse de los labios que la invadían llenos de ira y desconcierto.
Lo empujó lo más fuerte que pudo y logró separarse de su boca, por unos momentos.
—Suéltame, desgraciado. Te odio. Eres un estúpido.
—¿Estúpido? —volvió a coger sus labios y la invadió con su lengua mientras atrapaba la suya haciéndola sumisa a sus embestidas. Su sabor era delicado y mezclado con la sal de sus lágrimas, era como besar la brisa de verano—, en eso te doy la razón, soy un estúpido. Por desearte tanto, por quererte en mi cama, por dejarme hechizar por ti...
Paseó sus manos por su escote y le sujetó un pecho mientras la otra mano paseaba por su nuca sin dejarla soltarse. Sus labios descendían ahora a su cuello besando todo el pecho que quedaba fuera del vestido.
—Eres un idiota y aun tienes la caradura de decirme que no fue solo sexo. Pervertido.
—Eso... insúltame más, porque me estás poniendo cachondo perdido, bruja. —No conseguía parar de besarla. Olía maravillosamente bien y se estaba perdiendo en sus encantos. Lo tenía completamente hechizado.
—¡Bruto! Suéltame —pero su voz quedó débil, cuando él bajó una tira de su vestido, dejando un pecho desnudo y cogiéndolo con la mano, mientras su boca succionaba con fuerza sus pezones duros.
—Sé que me quieres. Para de luchar, gata rabiosa. Tu cuerpo responde ante tus palabras.
Kalenna entrelazó los dedos en el cabello fuerte de Damien y lo atrajo para sí. Sus caricias eran más intensas y profundas de que el odio que le tenía. Y no podía pararlo. No quería que él parase.
—Eso... buena niña. No vale la pena luchar conmigo, porque te tengo mía. No puedo soportarlo más... te tengo que hacer mía.
—Yo soy tuya... idiota.
Damien la sujetó por la mejilla y le acarició el rostro. Su voz estaba ronca y sus labios rozaban los suyos.
—Sí soy un idiota. ¿Cómo crees que me siento al verte con otro hombre? ¡Maldita sea! Siempre consigues sacar el animal que hay en mí, cariño mío.
Se besaron durante un largo rato.
—Vamos a casa. Te quiero en mi cama —dijo Damien incorporándose nuevamente en el asiento y después de asegurarse que los cinturones estaban puestos, salieron con el coche.
Todo el viaje lo hicieron en silencio con las respiraciones aceleradas.
Cuando llegaron al apartamento, así que la puerta principal se cerró, Damien la sujetó. Lanzó sus zapatos al acaso y la cogió en brazos. Sin parar de besarla la llevó al sofá del salón. Estaba oscuro.
—Trinidad, enciende la chimenea —Kalenna se sorprendió cuando vio las luces del fuego ardieren un rectángulo embutido en la pared. No sabía si era por el efecto hipnótico del fuego o por el calor que generaba, pero se sintió muy atrevida.
—Vas a hacerme sentir celos de esa Trinidad —dijo sonriendo.
—¡Genial! Así puedes sentir el tormento en el que vivo contigo —le dijo mientras la besaba.
—¡Estúpido! —dijo ella cogiéndose de su nuca para abrazarlo.
—¡Estúpida! —contestó él en una sonrisa muy sensual. Con destreza bajó la cremallera de su vestido, dejándola desnuda solamente con las braguitas puestas. La luz de las llamas le daba una coloración rojiza en contraste con sus cabellos dorados, muy hermosa. Damien bajó al sofá para sentarse y la colocó de pie delante de él.
—He estado toda la noche imaginando de qué color era esta tela —puso una mano sobre sus bragas de encaje rojo, que se intensificaba con la luz. Desvió la tela con un dedo y tiró de su nalga con la otra mano para tener sus pliegues cerca de su boca. Con un gesto lento sacó su lengua y la lamió por todos los labios y entre su raja. Ella gimió y sus piernas empezaron a temblar. Su boca se posó completamente sobre su clítoris y con cuidadosos movimientos de su lengua la chupaba, lamia y a la continuación cuando ella empezó a jadear intensamente, colocó sus dedos en su interior. Estaba extremadamente excitada y húmeda y eso le dio mucho orgullo y placer.
Cuando Kalenna gritó un orgasmo en su boca, él sintió todos sus espasmos directamente del centro de su placer. Sus rodillas oscilaban y él se levantó para cogerla en brazos nuevamente. La depositó en la alfombra que tenía delante del fuego. Se acostó sobre ella.
Kalenna miraba los peligrosos ojos casi negros que escrudiñaban su rostro.
—Eso ha sido fantástico —dijo ella mientras sus mejillas se ruborizaban ante el calor que desprendía la habitación.
Él le dio un beso casto.
—Tu sabor es la iguaria más exquisita que he probado en mi vida. Sentirte correrte en mi boca, es la mejor sensación del mundo.
Él seguía depositando pequeños y cariñosos besos por su cuerpo y rostro.
—No lo quiero —dijo de la nada.
Damien levantó la mirada para cruzar la suya.
—¿Qué no quieres? ¿Quieres que pare? —le preguntó preocupado.
—No lo quiero a él. No quiero a Leo. Era eso que querías saber. Te estoy diciendo la verdad.
Sorprendido con su respuesta, la beso delicadamente la punta de la nariz y le preguntó mirándola intensamente y con una voz ronca y profunda.
—¿Qué es lo que quieres, entonces?
Kalenna soltó una lagrima de su rostro y desvió la cara hace a un lado, esquivando su pregunta.
Damien atrapó la lagrima con su dedo pulgar y la obligó a mirarlo nuevamente.
—Mírame —la ordenó— ¿por qué no me contestas?
—Estás tan devorado por los celos que ni siquiera puedes ver lo que está delante de tu nariz con objetividad y claridad y mucho menos pensar con racionalidad.
Damien se quedó helado. Kalenna se rompió a llorar y sus ojos se nublaron de emoción. Por fin, él cedió, sintiéndose débil. Se dejó caer sobre su pecho y escuchó los latidos de su corazón. Cerró los ojos con fuerza y deseó que el mundo se detuviera. Ella rompió el silencio, con esas palabras:
—Te quiero. Me he enamorado de ti. Lo siento.
Y siguió llorando, mientras él seguía escuchando cómo su corazón se había desbocado en palpitaciones cuando le confesó su amor. Entonces Damien sintió una lagrima resbalar por su rostro y caer en el pecho de ella. Y entendió que lo suyo era reciproco. Solo que no conseguía decirlo.
Se quedaron abrazados algún tiempo más. Hicieron el amor por dos veces aquella noche. Si, el amor, con calma, sin prisas, saboreando uno del otro toda la ternura que sentían en sus corazones. Y al alba dormían entrelazados tal como sus emociones.
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El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*
Lãng mạnDamien Becher se había ganado la fama y el prestigio de ser uno de los mejores abogados de familia en Londres. Pero esas largas horas echadas en la oficina y cuidando de casos en tribunal lo estaban agotando, por eso decide hacer un parón y cambiar...