Cuando Damien llegó a los jardines italianos de la Mansión Valderbilt la imagen de Kalenna en contraste con el lago oscuro era el equivalente a ver una diosa del olimpo en plena escenificación real.
Ella vestía un vestido muy femenino rosa palo cuya falda era plisada hasta debajo de las rodillas y tenía unos detalles de encaje en el pecho que, por cierto, ahora se veía bastante mayor. Empezaba a entender algunas cosas que antes no se había dado cuenta. Por cima llevaba un abrigo marrón chocolate que le llegaba casi a la misma altura que el vestido. Sus largos cabellos dorados casi por la cintura volaban con la poca brisa que pasaba enredándose entre sí, dándole aquel aspecto de quien acababa de salir del mar salado.
Al acercarse a ella, notó un brillo en sus ojos verdes, tan hipnotizantes, tan seductores, que Damien tuvo que desviar la mirada para no volver a caer en aquel encanto.
—Hola. He traído tus cosas, pero están en el coche. Te puedo acercar a casa y dejarlas ahí — su voz era neutra y profesional. Tendría que colocar su máscara de abogado. Sus ojos posaron en su vientre, sin querer. No podía dejar de mirar el sitio donde ahora crecía su hijo. Aún no se podía apreciar, pero Damien sintió ganas de tocarla allí para sentir. Ni él sabía bien el qué.
—Muchas gracias. Te agradezco mucho el gesto —contestó.
Tuvieron la reunión sentados en los bancos de piedra del jardín. Damien se centró en hablarle de los temas que iban a ser discutidos en tribunal y rever nuevamente lo que iban a decir. Tras cuarenta minutos de conversación, Damien interrompió ya finalizando el discurso.
—¿Hay algo más que quieras añadir al proceso? —le preguntó con curiosidad o dándole una última oportunidad para decir la verdad— ¿Hay algo que te preocupe o que quieras compartir conmigo?, en el ámbito del proceso, claro.
Kalenna miró al lago por algunos instantes y no dijo nada. Él siguió su mirada. Y esperó su respuesta. Al final de algunos segundos, ella respondió.
—No.
—Muy bien —dijo él—, por mí está terminada la reunión. Ven. Te llevo a casa.
Se levantó y ella hizo lo mismo. Caminaron por el parque hasta llegar al coche y en silencio llegaron a la casa de Kalenna, o mejor, a la casa del profesor donde ella aún seguía instalada. Damien dejó las maletas en la recepción, tras Kalenna insistir en que los restantes compañeros de casa podían ayudarla. Damien obedeció.
Se despidieron cordialmente y acertaron horas para el lunes.
***
Sábado llegó y con él, los nervios de Kalenna. Tenía que calmarse o no llegaría al encuentro con James. ¿Qué tenía en la cabeza para aceptar encontrarse con aquel hombre? Acabó de vestirse. Llevaba unos vaqueros y una sudadera. Parecía que iba a un partido de fútbol más de que a un encuentro. Cogió el cabello en una cola de caballo y colocó un gorro de beisbol para taparlo. Por encima llevaba un abrigo corto de cuero negro.
Abrió el bolso y quitó el arma que había ido a buscar en el cofre. Guardaba allí una desde que vio que James tenía armas en casa. Entonces en su momento consiguió contactos para comprar un arma y mientras vivía con él la tenía guardada en sus cosas como protección. Cuando se fue a vivir con Damien, llevó todo y cuando tuvo la oportunidad la dejó en el cofre junto con las pruebas. Hoy, por primera vez, la llevaba encima. Depositó el objeto por bajo de los pantalones y dentro de las botas que llevaba. Allí no se notaba y podría socorrerse de ella, en el caso de que James atentase contra su vida nuevamente.
Salió de casa. Cogió un taxi y se fue para lo que era la casa donde ella fue tan infeliz. Esperaba ser la última vez que la pisara.
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El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*
RomanceDamien Becher se había ganado la fama y el prestigio de ser uno de los mejores abogados de familia en Londres. Pero esas largas horas echadas en la oficina y cuidando de casos en tribunal lo estaban agotando, por eso decide hacer un parón y cambiar...