La conversación seguía intensa y reveladora.
—Por eso, decía tan creído que le habías traído con tu profesor. Tú le has confesado —las piezas empezaban a hacerse claras en su cabeza.
—Sí. Pero no es verdad. Yo nunca tuve nada con él. Sé que me tiene mucho cariño, pero nada ha pasado entre nosotros. —Kalenna hablaba de forma apresurada.
—No tienes el porqué de justificarme nada. Es tu vida. No estoy aquí para juzgarte —le dijo, pero a la vez, sí que quería la explicación, porque no quería imaginarla en los brazos del profesor o que eso pudiera ser cierto. Ya no quería imaginarla en los brazos de nadie que no fuesen los suyos.
Kalenna suspiró profundamente.
—Ha sido un día muy largo —comentó Damien. Serian unas dos de la mañana—. Debes estar muy cansada. Si quieres terminamos este tema en otra ocasión. Imagino que todo esto sea difícil para ti. Lo está siendo para mí, no puedo ni imaginar para ti. Lo siento, mi niña. Por todo.
Damien la abrazó suavemente y ella apoyó el rostro en su hombro. Él giró la nariz a su cuello y olió su cabello dorado. Olía a aquel perfume de jazmín que le recordaba la primera vez que lo percibió en su despacho. Y el deseo comenzó a tomar forma en sus piernas.
Le depositó un beso en pelo colado al cuello. Pero tras unos segundos, empezó a dejarle más besos suaves y prolongados en la zona. Cuando ella inclinó un poco el cuerpo dándole mejor acceso, él cogió un trozo de su cabello y lo quitó hace atrás para poder tener toda su piel completamente desnuda y sumisa a su toque.
Damien quitó las manos de su espalda y las posó en su cintura, sujetándola con alguna presión. Su aroma era embriagador y mezclado con el whisky que había tomado era como una droga, que lo tenía alienado de todo. Quería consolarla y la quería. Quería todo en ella. Quería darle besos y acariciarla de todas las formas. Su pene ya no tenía espacio contra la cremallera del pantalón, cuando ella empezó a gemir suavemente, mientras él subía sus besos hasta el lóbulo de su oreja.
Cogió un trozo de la piel con la lengua y succionó lentamente, saboreando cada sentido que ella trasmitía.
Siguió besando el contorno de su rostro y una de sus manos le sujetó la mejilla, de forma a que pudiera tener mejor contacto con el otro lado. Ella inclinó la cabeza hace atrás para darle espacio. Él fue dando pequeños besos en su rostro, sus mejillas, sus ojos cerrados, la punta de su nariz y fue bajando lentamente hasta quedar colado a sus labios, rozándolos apenas.
—Me dejas loco. No puedo parar. Dime que no quieres que pare, porque me estoy volviendo loco, mi niña —le dijo haciendo vibrar las palabras en sus labios. Ella abrió los ojos y encontró los suyos llenos de tesón e intensidad.
—No soy una niña —le dijo muy de espacio.
—No. Ya me habías dejado eso claro. Y yo también. ¿Quieres que te trate como mujer? —el deseo lo estaba incendiando vivo. Se acordó de las palabras de su amigo Fred. Aquella mujer lo iba a quemar vivo. Eso era cierto.
Kallena esbozó una suave sonrisa y Damien pensó que perdía el control.
—Sí, quiero que me trates como mujer... quiero que me hagas mujer... tu mujer...
—¡Joder! —Damien blasfemó y se apartó un poco de ella, pero sin dejar de mirarla. La veía dispuesta y entregue—. Kalenna, este juego es peligroso. Muy peligroso. Esto no está bien. Sé que debía controlarme, pero no puedo. Por favor, uno de nosotros tiene que mantener la cordura. No me digas eso, porque no voy a poder parar. Ahora mismo, quiero levarte a mi cama y hacer de todo contigo.
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El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*
RomanceDamien Becher se había ganado la fama y el prestigio de ser uno de los mejores abogados de familia en Londres. Pero esas largas horas echadas en la oficina y cuidando de casos en tribunal lo estaban agotando, por eso decide hacer un parón y cambiar...