Capítulo 8

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Ambos seguían hablando de detalles que podrían ser pertinentes al caso. Damien quiso saber sobre algunas de las posesiones y propiedades que tenían y como estaban repartidos sus patrimonios. Entendió de inmediato que James se acercó a la familia de Kalenna con un plan bien trazado para poner mano al dinero y la parte de la sociedad de la empresa. Pero algunas piezas del rompecabezas no estaban completas.

Kalenna se notaba cansada, su piel era casi traslucida de tan blanca y apagada que estaba.

—Creo que por hoy ya hemos dado muchos pasos de avance. Te veo agotada. Deberías irte a tu casa y descansar —dijo Damien.

—No quiero. No quiero irme para casa. No quiero volver allá. Tengo que encontrar alguna solución, pero no voy a seguir allí —se había puesto nerviosa.

—Calma... tranquila. Todo va a ir bien. James no te hará nada. Cualquier cosa que pase, me llamas. No puede hacerte nada. No voy a permitirlo.

—Tú no lo conoces. Está rabioso. Lo he afrontado mucho en los últimos tiempos y no tiene nada que perder ya. Tengo mucho contra él y me estoy jugando a su antojo. James ha sido muy claro, sé que no espera verme cuando aterrice en casa. Y no quiero escuchar sus insultos.

—¿Y para dónde vas a ir? —tenía que pensar en las consecuencias de lo que eso podría traer para su caso—. Lo mejor es que te vayas a casa de una amiga o algún familiar.

Se dio cuenta de que hablaba en femenino, porque no quería imaginar la idea de que acabase en casa de algún amigo. Se estaba poniendo celoso de algo que no le pertenencia. Ridículo.

—No tengo muchos amigos. Alguna amiga de la universidad, pero no tengo confianza suficiente con ella. A parte... —suspiró rendida—, me he apartado de mucha gente en los últimos años, porque no quería contar mi vida a nadie, ni que la gente participase en ella. No tenía mucho de vida para compartir. He estado con muchas personas, pero siempre en eventos de sociedad y de trabajo. No me quedan familiares cercanos a los que pueda acudir. En la realidad no sé qué hacer.

Se quedaron en silencio un rato barajando posibilidades.

—Ya sé —dijo Kallenna con una voz más entusiasta—. Puedo hablar con Leonardo, mi profesor de escritura creativa. Él comparte piso con más personas, quizás pueda dejarme quedar algunos días hasta que solucione todo esto. Sé que buscaba alguien para el piso.

—NO. —La elevación en la voz de Damien impactó en toda la habitación. Kalenna lo miraba sorpresa—. Quiero decir... ¡eh!... que no me parece una buena idea. Si te vas a casa de ese tal professssor —extendió la palabra con bastante inciso—, vas a dar a James una razón para presentar en tribunal contra ti. Si él ya se cree que tú le estás engañando con ese chico, ir a vivir bajo su techo, no abonará a tu favor.

—Yo no tengo ninguna relación con Leo. James ha distorsionado todo. No es justo.

La intimidad en la que colocó el nombre del profesor hizo Damien erizarse. Estaba jugando sucio con ella. Era cierto de que, si ella cambiase a la casa de ese tal hombre, podría arriesgarse a que su marido la acusase de traición y abandono de hogar. Sin saber que truco tenía James en la manga, no podía dejar al acaso tal situación. Sin embargo, también era cierto de que la idea de que Kalenna se cambiase a casa de otro hombre, que quisiera consolarla y tal vez aprovecharse de su condición vulnerable para acercarse, la simple idea le estaba revolviendo el estómago. Se convencía de que estaba haciendo lo mejor por su cliente, pero en la realidad estaba pensando en el mejor para él y para su polla, que en esos instantes se adornaba de celos ante una posible competencia.

El problema estaba que, para ser competencia, primero tenía que hacer suyo el premio. Y fue cuando se empezó a sentir como un verdadero hijo de puta.

El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora