Capítulo 24

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Había una línea muy fina entre la obligación y el deseo... y él estaba a punto de traspasarla...

Damien se despertó en el sofá por el tercer día consecutivo y en un estado deplorable. Dos noches sin dormir, mucho alcohol y remordimiento fue su compañía. Desde que Kalenna lo había dejado que se sentía destrozado. Volvió a revivir todo lo que había pasado con Emma, pero la diferencia es que, de esta vez, estaba mucho más devastado.

¿Podría hacer que el placer del presente borrara el dolor del pasado? Se decía a sí mismo que solo quería protegerla de una amenaza real, pero la vieja química que había entre ellos no tardó en surgir de nuevo en su pecho y eso era lo que le estaba matando. Nunca pensó que acabaría enamorado hasta las cejas de una chica casi diez años menor que él, casada y su cliente. Era la combinación perfecta para lo intocable, pero Damien había logrado pasar todo eso y ahora estaba terriblemente roto con su abandono.

Ganó rabia a Kalenna, la odió en su pensamiento, la conjuró de todo por haber entrado en su corazón para acabar dejándolo solo sin derecho a redimirse. Sin embargo, sabía que si hubiera sido él en su lugar había hecho lo mismo o peor. ¿Dónde tenía la cabeza para haber quedado con Arizona? Era una cobra, una maldita, que solo había hecho que fastidiar su relación con Kalenna. Peor, aparte de eso, lo demás lo había conseguido él solito, lo sabía. No quería atribuir culpas a otros, cuando él era el gran cabrón en la historia.

Se levantó a duras penas, arrastrándose por el salón para llegar al sitio que guardaba la botella de whisky que había dejado empezada en la noche anterior. Ese iba a ser su desayuno. Quería que aquel líquido le quemase todo el dolor que sentía al tragar, al respirar, al vivir.

El móvil empezó a tocar. Corrió para alcanzarlo torpemente y vio quien era por la pantalla. Por momentos, pensó que sería ella y que quería volver a casa, pero no. Era Ryan. No ahora. No quería hablar con nadie. Ya sabía lo que iba a decirle. Pasaba del sermón.

Su amigo insistió un par de veces más. Dejó mensaje.

"En algún momento tendrás que subir a la superficie. Mientras tal, no nos ahogues a todos con tu mierda. Atende el teléfono. Estamos preocupados."

Blasfemó unos tantos tacos, gruñendo. Otra llamada entró. Estuvo a punto de tirar el teléfono contra la pared, pero pudo ver que de esta vez era Fred que llamaba. Atendió rápidamente.

—¿Sabes alguna cosa de ella? —preguntó sin premisas.

—Hola para ti también. Sí, sé. Dúchate y estate en mi despacho en una hora —soltó secamente.

—¡Joder! ¿No puedes decírmelo por teléfono? ¿Dónde está? ¿Cómo está? —no pudo seguir la tanda de preguntas, porque su amigo colgó el teléfono.

En serio. Le había colgado en la cara. Damien se arrastró hace el baño para asearse.

En un par de horas ya estaba entrando por la sala de Fred. Sin más preámbulos se quedó con los brazos en jarras delante de su secretaria.

—¿Vas a decirme, ahora, lo que necesito saber o tengo que arrancártelo a hostias? —su actitud agresiva era novedad para su amigo.

—Te dije que tuvieras cuidado en donde te estabas metiendo. ¿Te ves? Pareces un desplomo de persona. ¿Hace cuantos días no te miras al espejo?

Damien tenía la barba tupida de casi cinco días sin afeitarse, lo que era poco convencional en su aspecto. Por otro lado, unas ojeras tan escarbadas en el rostro que no dejaba dudas para nadie de que llevaba días sin cuidarse.

Damien se dejó caer en la silla delante del escritorio. Rendido, suspiró profundamente.

—Está bien. Quiero decir, mejor que tú con certeza. Está en casa del profesor Leonard, pero eso ya podías imaginar. No sale mucho, solo para ir a clase. Ha bajado alguna vez para ir a farmacia, poco más. ¿Satisfecho? Es todo lo que tengo del informe de la seguridad —y le extendió un archivo con los datos del control que estaban haciendo a los dos en los últimos días—. Damien. No te ha llamado solamente para reportarte los pasos de Kalenna, eso ya podría habértelo hecho llegar por email. Te llamé porque ya tenemos más detalles de la investigación contra James.

Damien estaba ansioso por saber todo lo que tenían de aquel bastardo. Acabaría con él, con o sin Kalenna. Era una cuestión de justicia. Fred fue abriendo carpetas y sacando fotos y detalles de la vida oculta de James. Una investigación completa.

—Antony me trajo estos documentos hace poco. Seguirá abriendo encuestas con algunas de las víctimas que logró identificar y encontrar. Estarán sobre un sistema de protección de víctimas y testigos. Lo importante es que tengamos pruebas suficientes para poder abrir el proceso contra él, de forma a que no haya duda de que no se saldrá con la suya.

Damien miraba más fotos y fruncía las cejas al ver todas aquellas niñas en las fotos encontradas en lugares distintos. Algunas en la puerta de la universidad, otras en clubs nocturnos.

—Resulta que James antes de conocer Kalenna, en el inicio de su carrera en M.G. Architects, cuando aún era un simple becario intentando hacerse lugar en las buenas gracias del viejo Eric, estuvo, no me preguntes ni cómo ni porqué, dando clases en una universidad como profesor invitado. Es verdad que él fue alumno de mérito y acabó el curso con grandes notas. Al parecer, como profesional, se dice que es bueno. Pero vamos, todas las ratas tienen algún talento. Bueno, a lo que iba, eso parece ser que fue lo que lo llevó a aproximarse de sus primeras víctimas, alumnas de la universidad con ansias de sacar buenas notas en su asignatura. Tras esas primeras criaturas, han venido otras, más jóvenes. Se ve que tiene debilidad con personas a las que pueda aludir y engañar. Empezó a frecuentar clubs y discotecas donde salían niñas de 16, 17 años. Llegó a pagar por prostitutas de edades muy bajas, menores. No hemos encontrado niñas con edades inferiores a 15 años, siendo que estas últimas eran las más jóvenes. Por eso, necesitamos de saber su testimonio, porque por ley no será fácil probar su consentimiento y además pasa la edad de crimen.

—Es en estos momentos que pienso en el cuan terrible es la ley, aunque vivamos de ella todos los días. Ambos sabemos que la justicia no da realmente a cada uno lo que es suyo. Aquí está un caso de esos. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos ahora, esperamos? Quiero acabar ya con esta tontería. He pedido al tribunal que retrasase la audiencia de divorcio que debería ser yo a dirigir, pero ni yo estaba en condiciones, ni Kalenna. No he podido hablar con ella. Me dijo que ya no me quería como su abogado —su voz se escuchó triste como la de un niño que se queda sin juguete en Navidad.

Fred empezó a reír. —¿Quién diría que algún día te volvería a ver rendido a una mujer? Pero me alegro.

—¿Te alegras? Joo... gracias. ¿Para que necesito amigos si ya os tengo a vosotros como enemigos? —ironizó como ofendido por el comentario.

—Después de lo que pasó con Emma, pensé que nunca más ibas a ser capaz de encontrar nadie que te hiciera cambiar de vida.

Damien se quedó molesto cuando mencionó a Emma. Kalenna también le había hablado de ella. No era lo mismo.

—¿Cómo está ella? —desde que pasó lo que pasó que Fred y Damien, por lealtad a su amistad y por el cariño y compañerismo que tenía uno con el otro, nunca más hablaron de Emma. No era fácil, ya que era hermana de Fred y eso implicaba algunas concepciones y pocas reuniones familiares. Sin embargo, sabía que ella se había cambiado a otra ciudad tras sacar la carrera y que había seguido con su vida. Tan poco quería saber nada de ella, pero ahora sintió curiosidad.

—¿Te refieres a Emma? —Damien afirmó silenciosamente con la cabeza—. Bueno, está bien. Por cierto, está en la ciudad. Ha vuelto hace un año y abrió un consultorio suyo. Es obstetra. Está casada con un médico también. No tienen hijos y viaja mucho a congresos y demás, pero bien. No nos vemos, casi. Después de trasladarse a Manchester no hemos vuelto a coincidir mucho. Ya sabes, lo de siempre, alguna comida o cena familiar imperiosa.

—Me alegro por ella. Espero que le vaya bien —súbitamente entendió que ya no le guardaba rencor. Tras haber estado con Kalenna sus prioridades eran otras y el pasado habían quedado exactamente allí, en el pasado.

—¿Cuándo será la próxima audiencia con James y Kalenna? ¿Cómo vas a conseguir hablar con ella?

—Está marcada para el inicio de la próxima semana. Iré a hablar con ella. Me tiene que escuchar.

—Pero si no quiere hablar contigo... —Damien se levantó de la silla en un brinco. Le había dado una epifanía.

—Ya sé cómo verla. Y tú vas a ayudarme con ello —esbozó una enorme sonrisa— vamos, tengo hambre. Te invito a comer y de paso te explico todo.

Fred sonreía abanando la cabeza negativamente. Estaba loco su amigo, pero se alegraba de que había vuelto a tener brillo en los ojos con la esperanza de verla. Y él haría cualquier cosa para verlo feliz.

El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora