Capítulo 30 - Final

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Damien pasó las manos por el pelo. Se quedó mirando para ella. Estaba linda. El embarazo la había dejado radiante. Llevaba un vestido corto amarillo por encima de las rodillas, con unas botas altas, pero con ya cuatro meses y medio se notaba el abultado vientre y los pechos enormes. Por cima llevaba un abrigo abierto en la frente de color borgoña que contrastaba con sus cabellos dorados y sus ojos que ahora parecían más brillantes y preciosos. Seguía pareciendo una chica muy joven, pero ahora tenía algunos rasgos que la maduraban como mujer. Las curvas pronunciadas y su forma le daban un aire muy maternal. Damien pensó que el corazón iba a pararle de solo observarla. Todos aquellos meses sin verla y cuando ella aparece delante de él, se queda embobado.

—Hola —logró decirle—. Entra. Siéntate en el sofá. Voy a cogerte un vaso de agua. Ponte tranquila.

Hablaba muy agitado y casi deja caer el vaso con el agua al servirle. Lo deja encima de la mesita baja de apoyo y se sentó en la otra punta del sofá, dejando una distancia de seguridad entre los dos. Aunque, ahora que la tenía allí, tenía muchas ganas de tocarla.

—Fred me dijo que habías vuelto —le empezó diciendo muy de espacio y educada como siempre hablaba—. Mi divorcio ya salió. Quería decírtelo personalmente. Y agradecerte por todo lo que hiciste por mí.

—Recibí la notificación del juez esta mañana. Me alegro de que todo se haya podido solucionar. Es mi trabajo. Ahora eres libre para ser quien quieras ser y estar con quien quieras estar —tragó en seco ante aquella afirmación. Ahora ella era libre, libre para seguir su vida y estar con quien quisiera. Incluso escoger otro padre para ayudarla a crear su propio hijo. La idea lo trastornó.

Kalenna posó una mano en el vientre acariciándole. Ese gesto dio un vuelco al corazón de Damien. De repente, pensó como había sido capaz de dejarla sola todo aquel tiempo. Estaba llevando una responsabilidad de los dos, sola. Él la había dejado abandonada, como Emma había hecho con él. Pero de esta vez, fue él que logró cometer el error.

—¿Cómo tienes pasado? ¿Cómo está el bebé? —quería saber tanta cosa.

—Muy bien. Sigo consultando Emma. Le conté la verdad y ella me contó vuestra historia. Lo siento por lo que pasó.

Damien meneó el cabeza conmovido aceptando sus palabras.

—Eso fue hace mucho tiempo. Es parte del pasado —pudo decir algo emocionado.

—Te entiendo. Como lo mío con James. Como lo nuestro. Ahora solo pienso en el bebé y su bien estar.

—No. No es como lo nuestro. No digas eso —Damien no podía comparar su historia con Kalenna a ninguna otra historia, porque sabía que lo que sentía por ella era mucho mayor de lo que incluso había sentido por Emma.

Kalenna nubló los ojos de lágrimas.

— Perdona, no debería haber venido. ¡Que tonta! —las lágrimas cogieron por su mejilla. Damien se acercó a ella rápido el suficiente para atraparlas con su pulgar. Y eso gesto la hizo cerrar los ojos por unos instantes. Él empezó a acariciarle el rostro—. Tengo las hormonas un poco revolucionadas. Lloro por todo y por nada.

—¿Y yo soy la parte del todo o del nada? —ella lo miró con los ojos vidriados.

—Tú eras mi todo. Pero de repente, supe que tenía que dejarte ir. Tú mundo no era el mío, tus ojos me lo dijeron aquella noche fatídica. Sin embargo, fue allí donde sentí la encrucijada del tiempo y me preguntaba por qué.

—Cuando te diste la vuelta para irte, en mi casa, te escuché decir mi nombre. Eras como un pájaro en una jaula, extendiendo sus alas para volar. Y no conseguí ir atrás de ti. En la verdad, quería encontrar una razón, cualquiera que fuera para dejarte ir —él bajó los ojos y cogió sus manos con las suyas—, después, en aquella noche sentí mi corazón parar mil veces. Pensé que moriría, de ansiedad, de miedo, de amor.

El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora