Kalenna subía al apartamento nuevamente, después de haber salido a la farmacia para comprar la prueba de embarazo.
Entró en el baño y rápidamente hizo el procedimiento que sabía de memoria. No había comido nada para que fuera más fidedigno los resultados, pero ahora se encontraba un poco mareada. Necesitaba comer algo. Dejó el teste encima del lavabo y empezó a andar de un lado al otro del baño. Tiró la caja vacía en la papelera. No habría problemas de que Damien supiera que lo había hecho. Tenía empleadas que limpiaban su casa todos los días. Su casa siempre estaba perfecta, como él, pensó. Pasado los cinco minutos, cogió el teste y lo miró sabiendo lo que iba a ver.
Pero el primer grito quedó preso en su garganta de autocompasión. Abrió y cerró los ojos tantas veces que se secó el cristalino. Dos rayas rosadas brillaban en su reflejo. Estaba embarazada. Y por el color tan intenso de las rayas, no era que fuese de dudar mucho.
Las lágrimas surgieron en su rostro cuando se dejó caer de rodillas en el suelo de baño inmaculadamente blanco. Aun con el teste en la mano, miraba al cielo en una tormenta de emociones. No sabía si reír o llorar. Se atropellaban ambos en su rostro. Estaba feliz porque, por fin, sabía que podría quedarse embarazada. No estaba seca. No era vacía. No estaba rota. Como tantas veces había pensado. Pero, por otro lado, le consumía el miedo de la situación. Estaba embarazada de Damien. Aún seguía casada con James. Y no sabía qué relación tenía. Además, le había dejado bien claro que no quería tener hijos.
Llevó cerca de media hora a recomponerse. Cogió la prueba y entró en la habitación de invitados donde durmió las primeras noches. Aún tenía un cajón con algunas de sus ropas allí. Colocó la prueba en el fondo donde nadie podría sospechar. Nadie iba a tocar en aquel cajón.
Se aseó e intentó maquillarse un poco. Tenía los ojos hinchados de llorar. Mientras se miraba al espejo, no pudo dejar de sentir la curiosidad de llevar su mano al vientre y pensar que allí estaba su primer hijo o hija. La felicidad que la invadió le dio una sonrisa y pensó que todo iría bien. Todo se solucionaría. Nada podía ser negativo, cuando estaba esperando un milagro. Eso tenía que significar algo. Quizás, ahora su vida empezaría a ser buena.
Llegar al ascensor de la firma de Damien se le antojó eterno, y lo mismo atravesar el vestíbulo. Llegaba media hora antes de la hora marcada por Damien. Antes de conseguir llegar al corredor que llevaba a la sala, una mano cogió su brazo lo que hizo detenerse y mirar a su responsable. Sus ojos impactaron con los muy delineados de Arizona. Sorpresa por su actitud, se soltó libertando el brazo.
—Perdona, no quería asustarte —dijo Arizona con su voz falsa y arrastrada—, necesito hablarte un momento. Es urgente.
Kalenna la miró sospechosa. ¿Qué quería con ella? Pensó que tenía tiempo y no le costaba nada oír lo que quería.
—Muy bien —le contestó.
—Vamos a mi despacho, estamos más confortables allí —y le indicó el camino con la mano.
Entraron y Arizona le indicó una silla donde podía sentarse. Se colocó detrás de su secretaria de cristal y cruzó las piernas larguísimas que tenía. Era una mujer imponente, pensó Kalenna. Un pequeño escalofrío le pasó por la espalda. No estaba confortable en su presencia.
—Verás... Soy una persona muy asertiva y me gusta ir directa al punto —su voz cambiaba de tono y ahora parecía mucho más amenazadora. Miraba Kalenna con los ojos estrechos—. Te he visto con Damien otro día. Sé que hay algo entre vosotros, aunque no sepa él qué.
Kalenna no entendía el rumbo de la conversación y que quería saber aquella mujer.
—Siento decirle Dra. Turner, pero no creo que eso sea de su incumbencia —estaba a empezar a incomodarse seriamente con su actitud.
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El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*
RomanceDamien Becher se había ganado la fama y el prestigio de ser uno de los mejores abogados de familia en Londres. Pero esas largas horas echadas en la oficina y cuidando de casos en tribunal lo estaban agotando, por eso decide hacer un parón y cambiar...