Cuando entró en casa, todas las luces estaban apagadas.
—Trinidad, enciende las luces.
De pronto todas las habitaciones se iluminaron y al entrar en el salón encontró Kalenna sentada en el sofá. Llevaba puesto un vestido verde turquesa muy claro, casi como el color de mar y estaba deslumbrante.
Ella se levantó. Y él pudo ver la exuberancia de su imagen. El vestido de fiesta era largo hasta los pies y entallado a la figura, con pedrería y encaje en toda la frente y parte de la falda. Tenía un escote en pico donde podía apreciar su pecho redondeado y perfectamente saliente en forma de corazón por los contornos. Sus tiras largas sujetaban todo el cuerpo en su sitio, dejando los brazos al descubierto. Sintió una fuerte erección en sus carnes repentinas que no conseguía controlar. Había desistido ya de entender aquellas reacciones ante su presencia.
—Estás... —No conseguía hablar, la voz se quedó retenida ante aquella imagen de perfección. Todo su pelo largo caía sobre la espalda formando unas suaves ondas en las puntas que ella había peinado deliberadamente y le daban un aire muy elegante y sofisticado— ¿Qué hacías aquí en la oscuridad?
—Nada —contestó ella—. Solo estaba pensando. Me dolía un poco la cabeza y la luz me estaba molestando. Te estaba esperando.
Escucharla decirle que lo esperaba dio un vuelco a su corazón. Pensó como sería si tuviera una mujer como aquella esperándolo a cada vez que llegase a casa y la idea hacía endurecer más su sexo. Tenía ganas de desnudarla y hacer con que la fiesta fuera en su casa.
—Voy a ducharme rápido y vestir algo que pueda acompañar tu bonito vestido. Estás muy bonita esta noche, Kalenna —logró decir antes de salir de la habitación para arreglarse.
Cuando llegaron al local de la fiesta, Damien pensó que estaba en los trofeos de la academia de los libros. El evento era en la biblioteca del museo de Victoria y Albert en Londres, había alfombras rojas por todos los pasillos y una gran recepción donde deambulaban personas. Una persona se acercó a ellos para recoger las jaquetas. El hombre quitó el abrigo de pelo sintético blanco que ella llevaba, y dejaba así su espalda al descubierto en un escote pronunciado cuadrado que llegaba hasta el final de su espalda, dejando lugar a la imaginación. Damien tuvo la reacción inmediata de taparla con la mano y por eso posó la misma en el centro. El contacto con su piel cálida le produjo un calambre agradable.
—Estás muy elegante —ella sonrió enseñando sus perfectos dientes blancos reluciendo en unos labios que estaban naturalmente maquillados, pero que solo conseguían destacar más su belleza pura —ese esmoquin te queda muy bonito.
Damien sonrió. Llevaba un traje de tres piezas negro adornado con una pajarita de igual color que contrastaba con la camisa en un blanco perlado.
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El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*
RomanceDamien Becher se había ganado la fama y el prestigio de ser uno de los mejores abogados de familia en Londres. Pero esas largas horas echadas en la oficina y cuidando de casos en tribunal lo estaban agotando, por eso decide hacer un parón y cambiar...