Kalenna entró en el apartamento con el corazón a mil por hora. Aquel beso había despertado en ella sensaciones que llevaban mucho tiempo apagadas en su cuerpo.
Había tenido sus novietes en la juventud, pero nadie habido hecho sentirla tan viva como Damien le hacía. James y ella tuvieron sexo, por supuesto. Por desgracia, ella no pudo evitar esa parte de su matrimonio. Al principio, cuando lo veía como alguien que realmente estaba interesado en ella y, a pesar de que no nutria ningún sentimiento por él, intentó ser una buena esposa y ceder a sus voluntades. Aunque evitaba a todo coste que eso fuera frecuente. Sin embargo, no llevó mucho tiempo hasta que James empezase a enseñar sus agallas y su verdadera esencia.
Sus toques y demandas se tornaron más exigentes y en el sexo era agresivo y violento. Le gustaba dejarla sumisa y ordenarle todo el tipo de canalladas. Kalenna se rehusó varias veces y en alguna de ellas vio que él no aceptaba bien sus rechazos. Un par de veces intentó forzarla a que continuara y cuando ella se puso firme para no dejarle avanzar más, la ira se apoderó de él.
Y a partir de ahí, intentaba esquivarse de estar con él, inventando fiestas y eventos, trabajos del curso, talleres, entre muchos otros subterfugios para llegar siempre tarde a casa y escaquearse al cuarto de huéspedes o quedarse dormida en el sofá. Cualquier cosa valía para no compartir cama con él. Pero James no era idiota, sino que, todo lo contrario. Era como un basilisco, venenoso y agrio, siempre atento a los movimientos de sus presas. Atribuyó las negaciones de Kalenna a infidelidad y la acusó de estar teniendo una aventura con su profesor.
En la realidad, para James, aquello era solamente una forma de terminar con su matrimonio y su despecho, porque su intención hubiera sido otra, si no fuera el hecho de que Kalenna tenía en su poder algo que podría acabar con su vida y sus artimañas.
Cerró los ojos y respiró hondo. Tenía que arreglar sus cosas antes de que Damien volviese. Su cabeza daba vueltas de pensar en cómo iba a ser su convivencia con él. Desde que lo conoció en su despacho que su actitud y postura la habían cautivado. Al principio, su manera de ser caballerosa, formas a las que no estaba muy acostumbrada, la dejó fascinada. Poco a poco, en los momentos en los que estaba en su presencia, suavemente embriagada por tan agradable perfume, sus facciones masculinas y sensuales, su cuerpo opulento y musculado, que no pasaba desapercibido en sus elegantes trajes, habían llevado a Kalenna a soñar despierta con su toque. No debería pensar en su abogado de aquella forma. Él había dejado bien claro que estaba allí para ayudarla y para solucionar su problema, como cliente que era. Y nada más.
Tenía mucha suerte de que él quisiera llevar su caso. Y se estaba comportando de forma muy correcta con ella, mientras ella solo pensaba en perderse en su belleza. La soledad y ausencia de cariño le estaba pasando factura. Tenía que centrarse.
Terminó de reunir algunas maletas en las que colocó sus básicos y cosas esenciales para algunos días. Ya encontraría forma de buscar lo demás, antes de que James quemara o tirase todo por la ventana.
Su móvil empezó a sonar. Era Damien. Estaría abajo, esperando por ella. Le mandó un mensaje rápido, pidiendo un par de minutos más, mientras cogía algunos documentos que tenía en un cofre escondido en su habitación y todo el dinero en metálico que guardaba consigo. Las pruebas más importantes las tenía en un cofre en el banco, lejos de la imaginación de James.
El timbre sonó y se asustó. Se acercó a la puerta y miró por la mirilla para ver a un Damien impaciente del otro lado.
—¿Cómo has podido subir? —dijo mientras lo dejaba pasar por la puerta. El edificio era un condominio privado y tenía seguridad en la entrada. Solamente dejaban pasar personas anunciadas y autorizadas por los propietarios.
—Soy abogado. Tengo mis métodos —afirmó mirando las maletas que estaban en el vestíbulo de entrada—. ¿Ya tienes todo preparado? Imaginé que pudieras necesitar ayuda a bajar las maletas.
El apartamiento de Kalenna y James era muy sofisticado, tenía unos muebles muy clásicos, pero elegantes y a la vez daban al ambiente un aire acogedor y familiar.
—Bonito hogar —dijo él mientras se paseaba haciendo un pequeño tour por la habitación.
Kallena hizo una mueca, enojada con la observación y le contestó rápidamente:
—No es un hogar. Nunca ha sido y, por cierto, ahora menos será. ¿Podemos irnos ya? No quiero continuar aquí ni un minuto más.
Damien la vio fastidiada.
—Esta ha sido tu casa en los últimos dos años, ¿estoy en lo cierto?
—Sí. Eso es —contestó Kalenna a secas.
Damien se aproximó más de ella. Podía sentir su aliento rozarle la nariz, porque ella levantó la barbilla para afrontarlo.
—¿No vas a sentir nostalgia de tu casa y de tu vida por aquí?
¿Por qué le hacía aquello? Por qué la estaba a cuestionar, como si tuviera dudas de lo que estaba a punto de hacer. ¿Estaría arrepentido de haberla invitado a vivir en su casa? ¿Querría ponerla a prueba sobre sus sentimientos? Kalenna estaba confusa con sus preguntas. Aun así, decidió decir la verdad.
—Damien, esta no es mi casa. Ya era la casa de James cuando me casé con él, solo me limité a cambiarme aquí. Todo lo que está aquí es de su gusto personal, su manera de vivir, su forma de ser. Nunca me sentí en casa. No es mi hogar. Es una jaula donde he sido el mono de circo para un psicópata que lo único que quería era destrozarme y quedarse con todo lo que es de mi familia. No, esto no es mi casa. Esto fue mi infierno. Y no quiero permanecer aquí. Ahora podemos irnos ¿o has cambiado de ideas con relación a tu oferta? Si es así no hay problema, ahora mismo llamo a Leo y solucionamos el tema.
Como si hubiera llevado un choque eléctrico, Damien empezó a coger sus maletas en silencio. Quería solamente asegurarse de que se sentía segura del paso que estaba dando. Había visto mucha gente tomar decisiones impulsivas las cuales se acababan arrepintiendo. Quería saber que ella era consciente de que estaba a punto de salir de su casa, posiblemente para siempre y cual eran las consecuencias de eso. No se había dado cuenta de que la manera como la cuestionó la tenía confundida con la idea de que él estaba poniendo en causa sus intenciones. Seguramente, creía que la tomaba por manipuladora o falsa. Cuando mencionó, nuevamente, el nombre del profesor ese, su pecho disparó de rabia y no pudo disculparse. Ahora solamente quería salir de allí pitando. Con ella. Le daba igual si sintiera falta de su casa o no.
Bajaron en el ascensor con la parafernalia y no llevaron mucho tiempo a depositar todo en el coche. En silencio, seguían para lo que empezaba a ser un nuevo capítulo en sus vidas.
Ella recién separada y escapada de su casa y él soltero de toda la vida a verse viviendo con una mujer a tiempo entero. Una mujer casada, aun y su cliente. El caso prometía.
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El abogado de familia © *TERMINADA Y COMPLETA*
RomanceDamien Becher se había ganado la fama y el prestigio de ser uno de los mejores abogados de familia en Londres. Pero esas largas horas echadas en la oficina y cuidando de casos en tribunal lo estaban agotando, por eso decide hacer un parón y cambiar...