TREINTAYSEIS†

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Azazel

—¿Pudiste verla?— le pregunto a Cerbero, él luce irritado.

—Si, está bailando con su guardián, hicieron una velada, van de gala y pasamontañas.

—¿Cómo se veía?— le pregunto y él rueda los ojos.

—Un vestido con lencería y el castaño la agarraba como si la fuera a comer— dice con desdén.

Tensó la mandíbula y cierro los ojos, desde el día que la vi en el bosque no pude hacer ningún tipo de conexión con ella, es como si me hubiera bloqueado por completo, estoy seguro que así lo hizo.

—Todos nos esperan para ir a la humanidad— me dice Cerbero.

—Ve tú, diles que ya me fui— él asiente y sale del lugar.

Se va al demonio Zeena si cree que se puede deshacer tan fácil de mi.

Me dirijo a mi habitación y saco mi traje negro, el pasamontañas es negro y me cubre perfectamente el rostro, así me podré acercar sin ningún problema de por medio.

Me meto a bañar y me cambio rápidamente, me teletransporto en el bosque, empiezo a escuchar la música y hay luces alumbrado el lugar, me mantengo al margen y visualizó a Zeena entre los hechiceros, está sola, está bailando de una forma sensual, tiene un vestido muy entallado y transparente, la lencería se le puede notar, ese imbécil la vio así.

Trato de relajar mis impulsos de ir y sacarla de ahí, ella empieza a desatar el vestido y este cae por su figura quedando en el piso, tiene una lencería que le resalta más las curvas y unas medias transparentes que hacen que su piel pálida luzca más intensa, todos se detienen viéndola, admirando su belleza, esa belleza que es mía.

Me aproximó rápidamente hacia ella y la tomo de la cintura, tratando de cubrir su hermoso cuerpo de todos los ojos que se la comen con la mirada, la tomo en mis brazos y la cargo sobre mis hombros ella se resiste débilmente, está ebria, empiezo a caminar para sacarla de aquí.

—Tienes razón, vamos a casarnos, casémonos ahorita, te daré tu noche boda, me puse algo que te encantará.

La rabia se empieza a apoderar de mi, la aprieto con más fuerza para que se calle, ¿Casar? Esta loca, eso no se lo puso por el, eso se lo puso por mi.

—Ray bájame, ¿Qué haces?— pregunta ansiosa.

Ruedo los ojos, si sigue nombrando a ese imbécil, no me podré controlar.

Intenta soltarse, pero sus movimientos son muy débiles y torpes, parece rendirse y no dice nada más, caminó llevándola a lo más profundo del bosque, la bajo y lanzó un escudo de invisibilidad a nuestro alrededor.

—Me estaba divirtiendo, aguafiestas—ella intenta acercarse y se tropieza con sus pies rápidamente la agarró— Mi guardián, siempre salvándome.

La tomo de la cintura, su piel caliente hace que la quiera besar y hacerle saber que solo es mía, me acerco y me apodero de su boca desesperadamente, bajo mi mano recorriendo su lencería, puedo sentir mi miembro a punto de explotar sobre mi pantalón, puedo sentir su respiración agitada.

—Ray no, esto no está bien—murmura y le aprieto su hermoso trasero, ella se estremece.—No Ray, primero la boda— se empieza a reír como loca.

La volteó y pego su trasero sobre mi erección, para que reconozca lo que es suyo y lo duro que lo pone, acerco mi boca a su oído y ella deja salir un jadeo.

—No soy Ray, no soy tu guardián, soy el hombre que amas, el único que deseas y con el único que te vas a casar.

Ella se estremece con mis palabras y contiene la respiración.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora