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Los humanos me culpan por sus pecados Cuando soy el encargado de limpiar su desastroso mundo, soy el encargado de castigar y cuidar los mounstruos que son ellos mismos. -Satán
—¿Que notícias me traes?
—No hay novedad—dice cerbero con una lentitud, que me exaspera—. Me temo que el Sigil, nos lleva ventaja.
Lo agarro del cuello y mis ojos se tornan en llamas, al igual que mis manos.
—¡¿Que dijiste?!
—lo atraparemos—dice cerbero con simplesa.
—¡Retírate!— le ordenó.
Él se agacha y me observa, él nunca habla, nunca cuestiona. Yo mando y él cumple, no es de hablar es de analizar, callar de actuar y por eso es el demonio más poderoso que existe en el Averno.
Cerbero es el único en el universo que conoce mi cara humana. Es la única persona en la que confío, es mi mano derecha en mi reino.
Yo me encargo de castigar a quien peca en la humanidad. Los pecados de los monstruos que están encerrados aquí, podrían acabar con toda la humanidad. Es por eso, que tengo que parar al Sigil.
El Sigil fue destinado, para destruir todo lo bueno y dejar salir a mis monstruos.
Los humanos se quejan del infierno, aún no se dan cuenta que ya habitan en uno y es mucho peor, hecho por sus propias manos.
El infierno es solo la pecera, pero ellos son los peces.
Sin peces no hay peceras, lo mismo pasa con la humanidad, sin monstruos no hay infierno.
Escuchó el ruido de la puerta, cerbero entra y me mira preocupado ¿Qué hizo este inútil?
—¡Habla!—le exijo.
—Es la chica.
Siento que la rabia se apodera de mi.
—¡¿Que pasa con ella?!
—Esta con un chico, que no pertenece al aquelarre.
—¡¿Con quién?!—la rabia me está consumiendo.
—No lo ubico, pero se están—él me mira algo tenso— besando—dice sin más.
Me levanto de golpe encendiendo todo a mi paso, me dirijo a la bola, para poder verlo por mi mismo y lo que veo me saca de mis casillas, se están besando y ella se ha quitado la blusa.
¡Joder! Pateó todo lo que está a mi paso.
¡Niña estúpida! ¿No te quedó claro que eres solo mía?
Abro una grieta enorme debajo de su cuarto, formando un gran portal.
Dirijo mi mirada a cerbero.
—Encárgate del chico— le ordenó y el sale a hacer su trabajo.