†TREINTA†

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Cerbero

La cabeza ya me duele de tener que estar soportando a esta obsesionada. Lleva días con lo mismo, ya estoy cansando siempre tengo que lidiar yo con esta mierda.

—Solo déjame salir, acabare con ella de una buena vez, soy la mejor no se dará cuenta—me dice Agatha suplicando.

—Ya hablamos de eso—le digo, exasperado. Está demonia es una bomba de tiempo— será cuando yo lo diga— le espeto.

Ella bufa frustrada.

—Eilat encargarte de la puerta— el demonio asiente—¡No tardo! Iré a informar a Satán lo de hoy— lo digo como advertencia para Agatha.

Me dirijo a su guarida, soy el único que tiene permitido el acceso, entró sin tocar.

Esta con ella, están desnudos y abrazados.

Ruedo los ojos, saliendo del lugar.

(...)

Estoy limpiando mis armas con lava del Averno, lo mejor para torturar, las almas podridas que vagan en el infierno.

—Necesito que la vigiles— dice Satán irritado.

Con que ya se les acabo su luna de miel.

Asiento y me voy, supongo que llego la hora, abro un portal siguiendo su rastro, la veo en el bosque hablando con un hechicero mayor, me resultan familiares, sus expresiones son similares, sus auras parecen conectarse.

Interesante..

Me adentro a la oscuridad, más cerca de ella, puedo escuchar que planea liberar demonios, nadie se mete con mis demonios.

Ella se queda sola, empieza a fumar y parece estar pensando, su mirada revela dolor.

—Sabes que no permitiré que intentes liberar nada— hablo fuerte desde mi lugar, puedo sentir como se tensa.

—Vaya, si que tienes un trauma conmigo, ahora me vigilas desde la oscuridad— ella sigue fumando, tratando de reflejar tranquilidad.

—Es lo que uno hace con el enemigo— le digo con desdén y ella sonríe.

—¡Error! Al enemigo se le tiene cerca—dice lanzando el cigarrillo al suelo.

Creo saber a qué cercanía se refiere..

Me acerco rápidamente a ella y nuestros rostros quedan demasiado cerca, puedo sentir su cuerpo emanar un ligero temblor, claramente no se lo esperaba.

—¿Así de cerca?— la miró de arriba a bajo—¿Así es como te gusta?

Le digo desafiante, ella me observa el rostro, es la primera vez que me ve sin máscara. Su mirada se posa intensamente sobre mis ojos.

—¿Y quien me lo va impedir?— dice con una mueca — ¿Tú? — la sonrisa que lanza está llena de burla.

Mi cuerpo reacciona solo, acercándome más, haciendo que nuestros labios queden rosando.

—No tienes ni la mínima idea del daño que te puedo causar— le digo con desdén

—Probemos— me reta y me hace sonreír.

Su mirada celeste llena de desafío, manda corriendo eléctricas por todo mi cuerpo, la tensión que emana nuestro al rededor es casi palpable, sus ojos logran captar más intensidad conforme nuestras miradas se sostienen.

—¿Es todo?— le recriminó.

Ella esboza una sonrisa ladina, pero su mirada sigue concentrando en la mía, sus ojos celestes te envuelven de una manera que te hacen creer que puedes tocar su alma. Pero no, al menos yo no caigo en ese hechizo, sus ojos son una peligrosa trampa mortal.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora