‡VEINTISEIS‡

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Azazel

—Si la matas todo será..

—¡No!— interrumpo de inmediato a Cerbero.

—Tal vez, pueda contener su poder.

—Su poder es una bomba de tiempo y lo sabes— me responde—¿Qué pasará cuando su poder este al máximo?— me mira intrigado—¿Le darás tu corona sin lucha alguna?

—¡No!— le contesto de inmediato

—Eso creí.

Cerbero sale de la habitación y yo me tumbo en la cama, siento la necesidad de no lastimarla, pero no dejaré que pase por encima de mi.

(...)

No he podido concentrarme en las cosas que tendría que hacer, incluso hubo en Sabbat y le he dicho a Cerbero que se hiciera pasar por mi, como siempre lo a hecho. La incertidumbre por no saber que hacer con Zeena no me deja pensar, todo sería más fácil si matarla fuera una opción.

Me paro divagando sobre el cuarto, fijo mi vista a la mesa y visualizó la esfera.

—¿Qué estarás haciendo?— susurro.

La tomo en mis manos y proyecto mis pensamientos hacia ella. Ella se remueve en la cama, es aún más sexi cuando duerme, ¿Eso es posible? Sólo con ese pensamiento, mi miembro comienza a despertar.

De pronto veo a Raymond entrar en su cama, se acomoda cerca de ella y la abraza, ella parece feliz. Los dos están en bragas, no hay que ser estúpidos para saber de qué se trata.

Aviento la esfera y está se hace añicos en el suelo.

Caí en su trampa como un imbécil. Ella solo está esperando tener el poder suficiente para matarme, por eso sigue apareciendo aquí, por eso trata de estar cerca.

La rabia me consume, como me pude dejar llevar por ella, el sigil fue hecho para eso, para dominarme.

Cerbero entra a la habitación y me mira de arriba a abajo.

—Organiza una orgia— le ordenó.

El sale del lugar, sin decirme más.

Agarró el vino que tengo en la mesa y lo empiezo a beber, las imágenes de Zeena y el imbécil ese, se reproducen en mi mente una y otra vez.

Ella me mintió, yo le mentí.

Claramente el destino nos dice a gritos que nos tenemos que matar.

¡Que así sea! Alzo la botella al aire y la bebo de un jalón.

No se cuántas botellas llevó, pero las rompo todas al terminar, todo se hace añicos en la habitación, la cabeza me da vueltas.

—Todo está listo—dice Cerbero en la entrada.

—No quiero brujas— le recalco.

—Lo se, nunca las has querido— dice y me muerdo los labios.

¡Maldita bruja!

Salgo con Cerbero de la habitación y me dirijo a una sala grande, hay música y varios demonios cogiendo sin pudor alguno.

Hay demonias amarradas, otras siendo azotadas o incluso torturadas, todo eso les causa un placer extremo.

—¿No vas a participar?— le pregunto a Cerbero.

El frunce el ceño.

—Que a ti, te van más las brujas—le digo divertido.

El hace un mohín y sale de la habitación,  yo camino para ver el espectáculo más de cerca, pero ya no me provoca nada. Observó a Agatha caminar hacia a mi.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora