ONCE†

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Todo está oscuro me intento mover pero es en vano, mi cuerpo no reacciona, mi mente parece bloqueada por algo. A pesar del poder que ejerzo para debilitar, lo que bloquea mi magia es completamente en vano. Siento sangre corriendo de mi nariz, por la presión de más que mi cuerpo esta haciendo al intentar liberarse.

Siento pequeños escalofríos recorriendo mi piel, me remuevo un poco y siento que tiran de mí, abriendo mis piernas de golpe y quiero gritar, pero mi boca no emite sonido alguno, ¿Qué está pasando?

Unas manos se apoderan de mi cintura, recorriendo mi piel lentamente, bajando y acariciando mis muslos, la sensación me resulta extrañamente familiar, mi respiración se descompone un poco, pero no por extraño y retorcido que parezca la situación, no tengo miedo, todo lo contrario me resulta asquerosamente estimulante.

Un aliento cálido sopla levemente sobre mi oído y mi cuerpo se tensa ante la sensación que recorre en mi ser. Puedo sentir mis poros abriéndose y los pequeños espamos en mi cuerpo por la ansiedad. La mano sube lentamente metiéndose por debajo de mi blusa. Siento que acaricia mi pecho, mi respiración empieza a sonar muy agitada. Mi cuerpo pega un pequeño brinco cuando siento que pellizcan uno de mis pezones, me intento resistir, pero mi cuerpo aclama el tacto, mi entre pierna arde de deseó y mi mente quiere gritar y salir corriendo de aquí.

¿Que me detiene?

—No reprimas el deseó, te dije que eres mía— dice esa voz, la única voz que me hace perder la cordura.

Mi cuerpo parece ceder por completo ante el deseo que impone su voz, él pasa sus dedos por mi entrepierna llegando a la zona sensible que arde de necesidad, pasa su dedo delicadamente por encima de mis bragas y puedo sentir la humedad que toca, masajea suavemente la zona y el tacto hace que mi cuerpo se estremezca.

—Eres tan mía, como yo tan tuyo.

Paso saliva ante esas palabras y mi corazón amenaza con salir de mi pecho. Me muerdo el labio inferior en un patético intento de reprimir el calor que se apodera de mi cuerpo.

Lo que él me provoca es más adictivo que cualquier droga; es euforia, es placer puro. Quiero poder moverme para tomarlo, como si de verdad me perteneciera, pero él no tiene piedad y sigue dejándome deseosa, sigue jugando con la humedad de mi entre pierna, mientras con su otra mano masajea mi pecho a su antojo, la humedad en mi zona se extiende más y más, estoy a punto de darme por vencida y explotar ante su tacto, mi respiración se acelera incontrolablemente con cada movimiento que provocan sus dedos.

Una fuerte luz invade mi campo de visión y hace que me levanté de golpe, abriendo los ojos y encontrándome completamente sola y con la respiración agitada.

Fijo mi vista a la pared cuando el perfume que se envuelve en la habitación me hace saber quien entro, ni de broma me volteo, la piel la sigo teniendo erizada y el corazón parece salirse de mi pecho.

—Veo que algunos hábitos no cambian —escucho la voz de Azazel detrás de mi.

¡Por satán! Su voz ronca me hace pasar saliva, abro lentamente la boca para responderle pero me quedo completamente en blanco.

No voy a voltear, no voy a voltear, no voy a voltear.

Escucho los pasos de Azazel acercándose a mi espalda y cierro los ojos fuertemente, mientras me muerdo el labio nerviosa.

—Si no me quieres ver, por mi no hay problema— susurra detrás de mi oreja—. No me quejo de la vista tan impresionante que hay.

Esto hace que recuerde que dormí en bragas y puedo sentir el calor de mis mejillas ¡Joder! Me volteo rápidamente tratando de pasar a un lado de Azazel y el me detiene poniéndose enfrente de mi.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora