†VEINTINUEVE†

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Zeena

Me despierto y veo a Azazel dormido a lado mío, me levanto rápidamente y me empiezo a vestir, me pongo las botas, observó a Az durmiendo y mi corazón se estremece.

—Como quisiera que todo hubiera sido diferente— susurro.

Me acerco a él dándole un beso corto en los labios, él me agarra la cabeza y me lo da más intenso, se me escapa un gemido, cuando una mordida suya captura mi labio inferior.

—¿Te vas?— me pregunta.

Me hago un lado, para agarrar mi chamarra.

—Es lo mejor— le digo sin más.

Él se levanta, ¡Oh por Satán! Lo barro con la mirada y la boca se me hace agua, está totalmente desnudo, mi mirada se detiene admirando su torso, sus tatuajes que siempre me parecieron jodidamente sexis. Levanto mi vista y él tiene la mirada llena de deseó.

—Quédate conmigo— me pide.

—¿Un rato?

—No— frunce el ceño— toda la vida.

Mis piernas amenazan con fallar, de pronto se me olvida como respirar.

—Yo..

Las palabras se me cortan, todo me da vueltas, mi equilibrio flaquea, siendo que me voy a caer. Azazel me agarra rápidamente evitando mi caída, me ayuda a acostarme en la cama, siento que el aire me hace falta.

—¿Estas bien?— me pregunta preocupado.

La cabeza me empieza a estallar de una manera intensa.

—Raymond— susurro y Azazel se tensa.

Me levanto rápidamente.

—Si te vas, lo estás eligiendo a él— el tono que usa me hace estremecer.

—Si me voy, estoy eligiendo mi destino.

—¿Tu destino se llama Raymond?— pregunta irritado y empieza a vestirse.

—Mi destino es abrir las puertas del Averno— le digo sin más.

—Eso no va a pasar— espeta.

—¿Por qué te importan? Ellos no tienen salvación, nosotros si. Sólo elígeme— le digo mirándolo a los ojos.

—No puedo dejar que eso pase, no cuando todo lo que ellos conocen y tienen, se caerá a pedazos.

Una daga se clavó directo en mi corazón.

—No los voy a matar, van a vivir, les devolveré la poca humanidad que les queda.

—¡No!— responde furioso— se las vas a quitar.

—No les puedo quitar algo que no tienen, ellos no lo  valen.

—Para mi sí.

—¿Me pides que renuncie a mi destino?— él asiente— ¿Pero tú no quieres renunciar al tuyo? ¿Es una jodida broma?

—No es una broma, yo no puedo renunciar a quién soy.

—Yo tampoco— ¡Oh por Satán!— ¡Yo soy el jodido Sigil! — lo miro con más intensidad—mi destino está sellado al igual que el tuyo.

Las alarmas en mi mente empiezan a sonar y a dispararse como balas, la incertidumbre me confunde.

—Se sincero, ¿Dudarías en matarme por protegerlos?— le pregunto con esperanza.

Él aprieta la mandíbula y me mira a los ojos.

—No

Me quiero reír mentalmente de lo estúpida que soy. Esbozo una sonrisa amarga, mientras mi corazón se cae a pedazos.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora