DIEZ†

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—¿Qué haces aquí?—pregunta Azazel, mirándome perplejo.

Me levanto de golpe, trato de sacudir mi ropa, pero la sangre seca empieza tener un olor fetido.

—No quiero hablar—le respondo rápidamente haciendo un mohín y él me analiza con su mirada.

—¿Qué te paso?,¿Estás bien?—pregunta preocupado agarrándome y detallándome para cerciorarse.

—Todo bien—le contesto a secas.

—Zee, se que estás molesta conmigo por lo de ayer—me dice él deteniéndome.

—¿Lo de ayer?,¿Qué pasó ayer?—lo miro perpleja.

Él parece asimilar la situación y su semblante se relaja.

—Pues nada, que me tuve que ir con Dianne y te deje sola—dice él restándole importancia a lo que dijo.

¡Auch!

Siento que en mi pobre corazón se formó una grieta. No entiendo, no puedo asimilar, porque está confesión me está decepcionado tanto, supongo que en el fondo sabía que algún día este día llegaría pero no esperaba que fuera tan pronto.

—No pasa nada, en la vida hay prioridades—le digo alejándome de él.

—Zeena, no—escucho que dice, pero no volteo a verlo, solo me detengo en seco—Hay cosas que están destinadas a no ser.

—¿Pero que dices? ¿Acaso ya no quieres ser mi amigo?—le pregunto con un nudo en la garganta, sé perfectamente que no lo dice por nuestra amistad, inspiro valor y me doy media vuelta para voltear a verlo, nuestras miradas se conectan por un leve segundo.

—No—responde en seco.

Siento como mi pobre corazón, se está cayendo en pedazos.

Lo miro fijamente mientras sus ojos avellanas se conectan con los míos, la presión que siento en mi corazón hace que me falta el aire. Asiento con la cabeza dándome la vuelta y dejándolo solo.

Me dirijo a dónde está Raymond, tratando de ocultar mi vista nublosa, los ojos me arden, pero doy un suspiro y le dedico mi mejor sonrisa al castaño

—Vaya, parece que te divertiste un poco—me dice el chico señalando mi ropa bañada en sangre.

—No tienes idea—respondo irónica.

—¿Me contarás?

—Nunca.

—Oh, vamos—insiste el castaño haciendo un puchero.

Este chico es una pulga de Satán.

—Bien, me comí un corazón de un chico molesto e irritante, que no paraba de hablar-le digo fulminándolo con la mirada.

Él hace un gesto divertido y cierra su boca con una llave invisible y hace el movimiento de tirarla.

Me empiezo a reír y él luce satisfecho.

Después de contarle toda la historia, él castaño me mira fascinado, me cuenta sobre su aquelarre y lo bueno que fue en su enseñanza, su mirada es hipnotizante y estar a su lado te produce una paz.

(....)

Estamos en el edificio, Dianne no deja de mirarme de mala manera. Estamos planeando dónde empezaremos nuestra cacería en el territorio de los humanos, tenemos que ser cautelosos para poder pasar desapercibidos.

Si, si. Ayer no fui para nada cautelosa. Pero ¿Estamos de acuerdo en que se lo merecían?

—¿Azazel podemos hablar?—le pregunto a mi ex-amigo y Dianne rueda los ojos.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora