TRECE†

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Azazel

Estoy afuera del edificio, saco de mi chaqueta un cigarrillo y lo enciendo, el humo entra en mis pulmones dándome esa sensación placentera de relajación, aunque es una estupidez ya que la nicotina no provoca ningún efecto adictivo para nosotros.

Mi mente está hecha una mierda, ayer sentí a Zee hablarme telepáticamente. Esto es más difícil para mí de lo que es para ella. Alejarla de mi es la cosa más imposible del mundo, mi mente la exige lejos pero mi cuerpo la quiere cerca, quiere su cercanía, su voz, quiere ver su pequeño hoyuelo cada vez que sonríe, la manera en que arquea una ceja cuando está tramando algo o como entrecierra los ojos cuando algo la irrita.

Trato de alejarla de mis pensamientos, ella no puede estar cerca de mi.

Entro al edificio dirigiéndome directamente a mi cubículo, veo que Dianne sigue ahí, anoche tuve que persuadirla y escapar prácticamente de ella, no digo que ella sea intensa, porque yo la orille a esto, nunca debí usarla como escudo para alejarme de Zeena y menos sabiendo lo que la pelinegra siente por mí.

—¿Dónde estabas?—pregunta Dianne algo molesta, con el semblate desanimado— te desapareciste toda la noche.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza.

—¿Qué esperabas?—le pregunto con la mirada puesta sobre ella— ¿Qué estuviéramos abrazados como una pareja feliz? ¿Como algo que no somos?

Ella parece no asimilar mis palabras y me mira perpleja.

—Pero tú y yo ...

—¿Tú y yo? No existe tú y yo—la interrumpo.

—¿Entonces por qué dejaste que te besara?

Maldigo el momento, en el que permití que me besara.

—Si eso te confundió, no lo vuelvo a permitir, pero Dianne no te confundas, no me pienso liar contigo, ni ahora, ni nunca.

Trato de remarcar la última palabra. Observó a la pelinegra y veo como su mirada se Cristaliza.

—¿Es por ella?—pregunta con la mirada baja.

—Ella es solo mi amiga.

—Claro que sí—responde sarcástica.

—Eso no cambiará lo creas o no.

No sé, si lo digo para convencerme a mí o para convencerla a ella, optó por lo primero, por qué lo que ella piense me importa una mierda.
Salgo rápidamente del cubículo, antes de que la pelinegra pueda decir algo más, lo de Zeena ya me empieza a estresar, no debí besarla, no debí crear esa tensión entre nosotros, por lo menos antes podíamos estar juntos sin sentir incomodidad, ahora todo se jodió.

Veo a los chicos sentados en la mesa, parecen estar debatiendo o elaborando el plan de ataque.

—¿Y Zeena?—le pregunto a los chicos, ellos me miran y se encogen de hombros.

—Supongo que la princesa sigue dormida— responde el castaño con una sonrisa socarrona.

Una sonrisa que le pienso borrar.

Algo se remueve en mi interior, al escuchar el ridículo apodo que le puso, ruedo los ojos y me dirijo a su cubículo a despertarla.

Abro la puerta y ella está agitada y nerviosa, muy nerviosa, se levanta de golpe y fija su mirada en la pared, dándome por completo la espalda.

Paso saliva al ver la impresionante vista, solo tiene puesta unas bragas que visualizó ligeramente gracias al largo de su cabello, su cuerpo tiembla con pequeños espamos involuntarios y esta cruzada de brazos algo tensa.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora